Servicios inteligentes

Pablo Escandón Montenegro

La Inteligencia Artificial no nos va superar como seres humanos; eso es seguro, pues como seres humanos logramos desarrollar capacidades impensables para cualquier algoritmo y ninguna máquina logrará adaptarse a las mezquindades que podremos desarrollar.

Cuando estamos frente a una máquina, sabemos que la emoción y el sentimiento están fuera de la interacción que tenemos con el software y con el hardware; lo que no esperamos es que el sistema sea empático con nosotros ni que haga algo para lo que no estaba programado, es decir, que se salga de sus parámetros y nos otorgue lo que queríamos pero de acuerdo con otro comportamiento no predeterminado.

Los seres humanos somos expresivos, somos inesperados, realizamos acciones que agradan o desagradan a los demás y allí está la experiencia de tratar con personas. Con una máquina no hay posibilidades de “pedir un favor” o de que nos “ayude” sin necesidad de cumplir con la estricta norma implantada en la escritura de su código.

Para la máquina hay sí y no, 1 y 2, por eso es un sistema binario. Mientras que los seres humanos estamos llenos de quizás, tal vez, y si no…, probemos, veamos qué pasa si… Los seres humanos nos saltamos las normas, porque vemos que en el contexto se puede buscar la solución a un problema, de lo contrario, desde que existimos tendríamos una sola ley invariable… Bueno las religiones son lo mismo que una máquina, pero a pesar de ello, algunas se han visto en la necesidad de abolir ciertos dogmas e incluir las transformaciones sociales; las que no lo han hecho se ven como microsociedades anacrónicas, bárbaras y peligrosas.

La nueva religión tecnológica impone su binarismo y la sociedad debe funcionar bajo un sí y un no. Por ello, en todos los ámbitos encontramos mapas de flujos, en modelos de negocio, plantillas para evaluar las acciones humanas bajo una lógica positivista, es decir, bajo un modelo de acción mecánica aplicada al ser humano. Y esto no es producto de la digitalización, sino de los modelos técnicos y tecnológicos aplicados a la emotividad y experiencia humanas.

Nada más cercano al robot insensible o al algoritmo programado que una funcionaria o un empleado de los grandes consorcios empresariales que prestan su contingente profesional y de servicio directamente con las personas que desconocen totalmente del negocio o ámbito al que representan: líneas aéreas, banca, aseguradoras, telefónicas, burocracia.

Los negocios o servicios antes mencionados ya incorporaron la Inteligencia Artificial en la oferta de sus productos o en la relación con los clientes: no aceptan términos medios, todos sus funcionarios y empleados están programados para decir, eso no puedo hacer, no me compete, yo no hago eso, hasta aquí llega lo mío. O bien de manera positiva dicen: haga esto, debe hacer de la siguiente manera…

Pero ninguna inteligencia artificial biológica da una solución o respuesta, porque no son humanos, son autómatas que no empatizan, son eslabones que no piensan, solo cumplen; son robots que no tienen un quizás ni un tal vez en su programación.

La Inteligencia Artificial es como la música militar: están reñidas en sus términos. Por ello, vivimos décadas de inteligentes artificiales que nos atienden tras de un mostrador y que no empatizan con el cliente y no dan servicio ninguno.

Mejor sería tener solo aplicativos en la web o pantallas táctiles para saber que de ellas no esperaremos comprensión como clientes.