Sensatez ante el vacío

En momentos oscuros como estos, los ecuatorianos debemos recordar que nuestra eterna condición de amantes de la medianía juega a nuestro favor. Es verdad que en las buenas épocas solemos, por algún inexplicable motivo, resistirnos a organizarnos, moderarnos y dar el salto definitivo hacia la prosperidad; preferimos optar siempre por el autosabotaje, como si en el fondo nos diera pereza eso del desarrollo. Pero también es cierto que, cuando llega la hora de precipitarnos definitivamente al vacío, de la debacle, de hundirnos en la anarquía irremediable, solemos súbitamente ser capaces de inmensas cuotas de sentido común.

Sobran los ejemplos. Allá por 1972, parecía que los colosales caudillos populistas se iban a hacer con todo el petróleo que estaba a punto de brotar; Ecuador estaba a un tris de convertirse en una cleptocracia oligárquica folklórica, pero se suscitó un gobierno militar, quizás el mejor de nuestra historia reciente. En 1998, cuando estuvimos a las puertas de la conflagración definitiva —y suicida— con el Perú, para la que el país se había preparado medio siglo, los líderes actuaron sabiamente. Tal es la aversión al desastre definitivo que incluso a los burdos derrocamientos de presidentes en los noventa y de inicios de este siglo les siguieron importantes esfuerzos legales y de negociación que permitieron evitar interminables venganzas.

Esa buena costumbre de retomar la sensatez a tiempo también se ha visto recientemente. En 2008, cuando la más demencial izquierda narcopetrolera parecía haber conquistado Ecuador, los Super Tucano colombianos nos recordaron, en Angostura, la gravedad de la situación y ayudaron a que el propio Rafael Correa, entonces presidente, rompiera con algunos sujetos peligrosos que estaban afianzados en su gobierno. Lo mismo sucedió en 2017, cuando parecía que ya nada podría evitar el descenso del país hacia una dictadura moderna, pero el ‘camisetazo’ del expresidente Lenín Moreno le permitió al país salir del frenesí.

Aunque el país parezca ahora, entre narcos de afuera y fanáticos de adentro, irremediablemente condenado, ya se alcanza a percibir esperanzadores señales de que un importante giro se avecina. Los ecuatorianos no nos dejaremos hundir tan fácil.

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