Sara Salazar
Las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos son cruciales no solo para el país americano, sino para el mundo entero. El triunfo de Donald Trump sobre Kamala Harris es de suma importancia, especialmente si comprendemos las profundas implicaciones de lo que está en riesgo. Bajo el contexto de que los valores fundacionales de Occidente están siendo cada vez más corroídos, es fundamental que Trump recupere el poder para frenar estas agendas globalistas que muchos consideran radicales y peligrosas.
Kamala Harris, como vicepresidenta de Joe Biden, representa la continuación de una administración demócrata que ha impulsado políticas progresistas que han dejado a muchos estadounidenses disconformes. Para entender lo que está en juego, es necesario mirar más allá de las simples diferencias políticas y comprender que Harris representa un cambio estructural en la visión de EE.UU. y su rol en el mundo.
El progresismo, que ha crecido como una corriente dominante en las filas demócratas, aboga por la redefinición de muchos valores tradicionales. Ha distorsionado el concepto de ‘igualdad’ para justificar políticas que buscan la igualdad de resultados, en lugar de la igualdad de oportunidades. Esto se traduce en la implementación de políticas económicas y sociales que promueven un Estado paternalista, que aumenta el gasto público sin control y que reduce la libertad individual en favor de una colectivización del poder e infantiliza a sus beneficiarios.
Por el contrario y para millones de estadounidenses, Donald Trump representa la voz de una clase media trabajadora olvidada. Su mensaje de ‘América Primero’ (Make America Great Again, o MAGA) no es solo un eslogan; es una declaración de intenciones que coloca los intereses de los ciudadanos estadounidenses por delante de agendas globalistas. Trump ha defendido la soberanía nacional frente a las injerencias de organismos internacionales y ha planteado una política económica que busca fortalecer la industria nacional, reducir la dependencia de mercados extranjeros y devolver a los estadounidenses el control sobre su economía.
El contraste entre Harris y Trump no podría ser más claro. Mientras que Harris apoya políticas de fronteras abiertas, Trump aboga por una inmigración controlada que priorice la seguridad de los ciudadanos. Mientras Harris promueve la expansión de programas sociales financiados por el contribuyente, Trump busca reducir los impuestos y fomentar la independencia económica de los ciudadanos. Y mientras Harris adopta una postura blanda frente a regímenes autoritarios como China, Trump ha demostrado una firmeza que defiende los intereses de Occidente en el escenario global.
Desde una perspectiva más amplia, Trump representa la resistencia frente a una agenda que, si bien se presenta como inclusiva y progresista, en realidad busca imponer una nueva ortodoxia ideológica. La censura en redes sociales, la cultura de la cancelación y la manipulación del lenguaje son solo algunos ejemplos de cómo se busca imponer una visión única y excluyente del mundo. En este sentido, Trump se ha erigido como un defensor de la libertad de expresión, enfrentándose a gigantes tecnológicos y a los medios de comunicación que han tratado de silenciarlo.
Además, no debemos olvidar el impacto internacional que tendría el triunfo de Trump. Durante su mandato, Trump adoptó una política exterior de mano dura con China, reafirmó su compromiso con Israel, se retiró de acuerdos internacionales que consideraba perjudiciales y exigió a sus aliados de la OTAN que cumplieran con sus compromisos de defensa. Estas políticas no solo fortalecieron la posición de Estados Unidos en el mundo, sino que también enviaron un mensaje claro de que el país no estaba dispuesto a ceder ante presiones externas.
En contraste, una presidencia de Kamala Harris sería vista por muchos como un retorno a una diplomacia blanda y concesiva. Harris ha mostrado en varias ocasiones una falta de claridad en cuanto a su postura sobre temas de política exterior, lo que podría llevar a una percepción de debilidad en un mundo cada vez más multipolar y conflictivo.
El triunfo de Trump en las próximas elecciones no solo es crucial para el futuro de los Estados Unidos, sino también para la preservación de los valores occidentales en un momento en el que están bajo ataque y además sería un paso hacia la recuperación de la soberanía, la libertad y los principios que han hecho de Estados Unidos una nación próspera y libre.