Sara Salazar
Hay frases que trascienden el tiempo y el espacio, porque encapsulan una verdad tan cruda como inevitable. La atribuida a Edmund Burke, que sostiene que «para que el mal triunfe, solo es necesario que los buenos no hagan nada», es una de esas sentencias que hoy, más que nunca, interpela a la conciencia política del Ecuador. En nuestro país, hemos sido testigos de una deformación moral disfrazada de discurso político: la falsa derecha.
Es necesario aclarar que la derecha, en su concepción clásica, defiende principios innegociables: el respeto por la vida, la libertad individual, el Estado limitado y la propiedad privada. Sin embargo, lo que hemos visto en Ecuador es una clase política que usa la retórica de la derecha como un disfraz conveniente para acceder al poder, pero que a la hora de gobernar no duda en transar con los mismos males que dice combatir. No es derecha; es oportunismo.
Este fenómeno es más que preocupante porque, al corromper los ideales, debilita la resistencia al verdadero mal: el socialismo, el populismo y la expansión estatal desmedida. Los falsos derechistas hablan de libre mercado, pero promueve monopolios de facto para sus aliados. Hablan de familia, pero ceden ante las presiones culturales que erosionan sus cimientos. Hablan de seguridad, pero rehúsan las decisiones firmes para no incomodar a sus financiadores. La incoherencia no es solo un defecto; es una traición.
En Ecuador, esta pseudo-derecha no solo ha permitido que el mal triunfe; lo ha alimentado. Con su inacción y complicidad, han dejado el camino libre para que el progresismo y el estatismo avancen sin resistencia real. El resultado es un país donde la inseguridad se ha vuelto rutina, la corrupción una industria y la desesperanza una norma.
Es aquí donde Burke nos recuerda algo esencial: el problema no es solo la existencia del mal, sino la indiferencia de quienes podrían enfrentarlo y eligen no hacerlo. Hoy, el llamado es claro. No basta con proclamar ideales; hay que defenderlos con coherencia y valentía. El Ecuador no necesita más simulacros de derecha. Necesita hombres y mujeres con principios firmes, dispuestos a actuar aunque el costo sea alto.Porque, al final, el mal solo triunfa cuando los buenos no hacennada. Y ya hemos hecho nada por demasiado tiempo.