Sanciones por contaminación

Franklin Barriga López

La máxima autoridad administrativa de Francia, el Consejo de Estado, en agosto de 2021, condenó al Estado francés a pagar diez millones de euros por no reducir, a niveles aceptables, la contaminación del aire.

Hace pocos días, el mismo Estado, por la causa indicada, recibió una nueva sanción, veinte millones de euros: la normativa al respecto ha sido reiteradamente irrespetada, mientras crece el peligro para el medio ambiente, que llega a extremos que hacen ver, en ocasiones, nada menos que a la Torre Eiffel rodeada de una neblina gris, producto de la contaminación cuyos niveles son verdaderamente preocupantes. A tanto llegó este asunto que el presidente Emmanuel Macron puso a su país en estricto bloqueo en la materia, prohibiendo a los ciudadanos viajar fuera de un kilómetro de diámetro de sus residencias, cerrando, a la vez, todos los negocios no esenciales, emitiendo también otras medidas radicales para controlar el abrumante tráfico de vehículos y su congestión sobre todo.

Otra autoridad, la alcaldesa parisina Anne Hidalgo declaró la guerra a la contaminación del aire, para lo cual implementó estrategias, como sacar de circulación a los vehículos más antiguos, eliminar a los que utilizan diésel, cerrar parqueaderos, habilitación o ampliación de carriles para la movilización en bicicletas, disponiendo que las vías del centro de la ciudad capital queden exclusivas para peatones. Fuentes de la mayor credibilidad estiman que, en el país galo, las muertes anuales y por contaminación del aire llegan a cuarenta mil.

Estas informaciones deben servir a las autoridades ecuatorianas, especialmente de Quito donde el aumento del número de vehículos es imparable y la contaminación no solo del aire, sino visual y de ruido, en ciertos barrios se ha vuelto agobiante, para que apliquen medidas prontas y efectivas. Tan delicado asunto no tiene que ser descuidado.