Rosalía Arteaga Serrano
Esta es la gran pregunta que tiene inquietos a los países, a las compañías, pero sobre todo a los activistas por el clima, a quienes nos preocupamos por el futuro del planeta y de todos los seres que lo habitan.
El avance del impacto que los humanos le causamos a la tierra es enorme, reviste las características de pavoroso y catastrófico, baste citar los ejemplos del derretimiento de los glaciares, la frecuencia y la violencia de los huracanes, la escasez de agua, o ya a nivel local, la contaminación de los ríos de Quito, que llegan a límites intolerables o la pronunciada sequía que sufrimos ya hace más de dos meses y que pone en riesgo tanto el suministro de energía como el de agua, así como los cultivos agrícolas.
Es por ello que pregunto si es posible o no un desarrollo sostenible, con la necesidad de saber si las autoridades pueden tomar las medidas para que el desarrollo de los pueblos sea cuidadoso con los bienes que nos provee la naturaleza y al mismo tiempo cada ciudadano, cada persona asume su responsabilidad frente a estos requerimientos.
La respuesta es que sí es posible hacerlo, como lo han demostrado ciudades resilientes u otras que, como San Francisco, en California (EE.UU) tienen una larga data de preocupación por los recursos hídricos, lo que les ha obligado a ser muy cuidadosos con la provisión y el uso del agua.
Sin embargo, debemos estar conscientes de que ese desarrollo sostenible no puede ser unilateral, sabemos que el planeta es un todo, que está interrelacionado, que lo que hacemos en un lugar afectará con seguridad al mundo, por lo que se necesita una consciencia universal o al menos mayoritaria para conseguir resultados, así como una decisión férrea de los gobiernos para que hagan cumplir aquello a lo que se comprometen.
En este sentido podemos encontrar soluciones que parten necesariamente de la educación, del compromiso permanente de los ciudadanos, así como de la decisión política, para conseguir la sustentabilidad que tanto ansiamos.