Rosalía Arteaga Serrano
La novela del norteamericano Kim Stanley Robinson se basa en los impactos que el ser humano causa en la naturaleza, en la Gaia.
La ficción parte con la creación de un Ministerio del Futuro para dar seguimiento a los acuerdos de París frente a los desastres que asolan el mundo. Es genial y relevante, ya que en la última reunión de Naciones Unidas se habló del Pacto del Futuro como un acuerdo global para dar respuesta a estos acuciantes desafíos.
Las escenas dantescas de millones de personas abrasadas por el sol en la India, los calores brutales, la sed, el agostamiento de la tierra, la polución de los mares, el derretimiento de los glaciares, todo ello atrapa a los lectores, obsesionados por conocer el desenlace fatal que se avecina con una velocidad sin precedentes.
El libro cuenta de los seres humanos que se prodigan en protestas pacíficas multitudinarias en ciudades europeas, norteamericanas, asiáticas, de Suramérica, del África, con paciencia infinita.
El tema de la migración masiva es recurrente, movida por los conflictos que se agudizan y por el impacto de los fenómenos climáticos. Y están el boicot y el sabotaje, tal vez liderados por los hijos de Kali y por otros grupos subversivos que no vacilan en realizar atentados contra aviones y barcos que usan combustibles fósiles, en contra de los países armamentistas, también en contra de la banca.
La insurgencia de una moneda que se ven obligados a usar los banqueros y los países, el “carboncoin”, como una solución para estimular el secuestro del carbón, empieza a dar resultados al finalizar el libro.
Hay un papel protagónico de países como India y Suiza, pero también China, Brasil y otros países, y una perplejidad por parte de los europeos y de Estados Unidos. El libro ataca al capitalismo y al consumismo, y abraza la teoría del poder de los estados como dueños de los bienes, se pliega ante un comunitarismo interesante; sin embargo soslaya, cuando pone ejemplos de países que logran salir adelante como la Cuba comunista, dejando de lado los temas terribles de la corrupción en los países de la antigua órbita soviética, y muchos de los latinoamericanos bajo la égida del socialismo del siglo XXI.
Esa es la falencia del libro, exaltar regímenes que han sido grandes culpables de desajustes, miseria y opresión.
Lo destacable de esta ficción es la creación del Ministerio del Futuro, liderado por una mujer y si bien se describen tremendos descalabros, al final hay un hálito de esperanza que anuncia días mejores si es que el mundo tiene una gobernanza global consciente de los peligros y de las realidades que nos acechan.