Retorno progresivo

La necesidad de regresar a clases es imperiosa. Muchos niños y jóvenes no han tenido todavía la oportunidad de participar en las aulas de clase de manera presencial por ya casi dos años lectivos; ni siquiera conocen a sus compañeros. Algunos, los más pequeños, no han experimentado aún la sensación de ir a un aula, de interactuar con compañeros de su misma edad.

La reclusión ha afectado tremendamente las relaciones interfamiliares, especialmente la psicología de quienes, debido a la pandemia, tienen miedo de relacionarse con quienes no sean del entorno netamente familiar.

Por estas y otras razones, que tienen que ver también con la calidad de la educación, es acertada la decisión de la ministra de Educación y de las autoridades del COE nacional, de tratar de acelerar el proceso, en consideración al número de vacunados con segunda dosis y a que buena parte de estudiantes y maestros están ya inmunizados. Hay algunos aspectos que deben tomarse en cuenta que tienen que ver con la capacidad de los establecimientos educativos de preservar la salud de sus estudiantes con medidas de distanciamiento social, lavado de manos y uso de mascarillas.

Desafortunadamente, la infraestructura de las escuelas públicas no es la mejor. Se deben implementar más baterías sanitarias, aulas más grandes y más ventiladas y cuidar que no haya amontonamientos y peores hacinamientos, que pondrían en riesgo a los estudiantes de las diversas edades. Para ello deben instrumentarse comisiones de cumplimiento de requisitos, pero también destinarse recursos que signifiquen que las adecuaciones se hagan.

Los niños deben regresar a las escuelas. Su salud mental y el avance en su formación académica hacen que sea indispensable.