Respeto y progreso

Una vez que se aproxima la posesión de los nuevos Presidente y Vicepresidente de la República, se escuchan justificadas voces de esperanza por un destino mejor para nuestro país.

Las experiencias cercanas no son nada halagadoras, sobre todo en materia de libertad de opinión, que alcanzó niveles increíbles con el fin de silenciar a la prensa, objetivo máximo de los regímenes totalitarios, que sumen a los pueblos en dictaduras vitalicias y hereditarias. Quedaron para la Historia, pero en sentido negativo, hechos nefastos, singularmente la persecución feroz y permanente que se ejerció en el régimen del socialismo del siglo XXI, en desmedro de las libertades sustanciales.

Desvanecidos los temores de que los absolutistas vuelvan al poder, aires refrescantes se respiran en nuestro medio. Se percibe que habrá garantías para la vigencia de las libertades fundamentales de acuerdo a la ideología y ofrecimientos, hechos en forma reiterada por quienes orientarán los destinos nacionales desde el Palacio de Carondelet. En buena hora, ya que sin libertad y respeto mutuo nada puede esperarse para la superación de los individuos y las colectividades.

Los retos son cuantiosos y preocupantes, especialmente en los ámbitos de la salud y la economía: la pandemia agravó las condiciones en que se debate la sociedad ecuatoriana, entre el desconcierto y la zozobra, agudizadas por la imparable corrupción. Jamás el Ecuador estuvo golpeado por factores adversos tan decepcionantes.

Llegó la hora para que los lamentos queden atrás, que la causa común, la de la nación, sirva para cohesionar el resquebrajado tejido social en pos del despeje hacia el adelanto, con emprendimientos patrióticos, transparentes, esencialmente constructivos.