Reconstruir la disciplina

Fabián Cueva Jiménez

Los relatos y descripciones de hechos que ocurren diariamente en ambientes educativos, desconciertan y dan paso a presagios nada halagüeños. Sin embargo, desde nuestra convicción creemos que en la educación está la solución a tantos problemas y pensamos en la necesidad de ayudar a buscar caminos, enunciando ideas y sugerentes acciones.

Es ya común escuchar: maltrato sicológico de algunos docentes con consecuencias depresivas en niños y adolescentes, suicidios por estallidos emocionales, persecución de propios compañeros, ataques físicos de padres a maestros e hijos, abusos sexuales permanentes, exigencia violenta de alumnos a profesores para que mejoren las calificaciones, daños en vehículos de propiedad privada,  desmanes dentro y fuera de las instituciones como resultado del consumo de licor y drogas, todo ya en dimensiones alarmantes.

Y para colmar, como causa y consecuencia de una pésima educación, la vorágine política desatada por ciudadanos con índices altos de codicia, mentira, ignorancia, corrupción, que son permanentes y malos ejemplos para todos.

Los conflictos van en aumento, unos al instante, otros van y vienen, algunos son pertinaces. El ambiente ya parece insostenible, muchos desilusionados están y aunque pocos, pensamos en seguir luchando a través de orientaciones a instituciones educativas, porque ahí están  presentes  todos los actores que estructuran la sociedad.

En ‘La violencia escolar’ de Rosario Ortega —argentina— y Rosario Del Rey —española— señalan que los centros educativos son ecosistemas donde acontecen las más amplias relaciones sociales, unas positivas y otras con alta conflictividad que desmotivan a todos.

Explican, hay 3 sectores, el de adultos responsables de la actividad: autoridades, docentes, padres de familia, que tienen altas funciones de dirección, seguridad y orientación, donde también se presentan altos niveles de conflictividad; el de profesores y alumnos que tienen su relación a través del currículo para obtener resultados académicos y educativos, dentro de un marco de poder, autoridad y comunicación; y, el de iguales, compañeras y compañeros, que producen aprendizajes mutuos e igual hostilidad, maltrato y acoso.

Agreguemos, en todos los estamentos se presentan: incumplimiento de roles, olvido permanente de normas, inobservancia de funciones y lo peor, ausencia de una cultura disciplinaria. Por eso, hay profesores que no preparan sus clases, alumnos que no cumplen tareas, padres lejanos de las instituciones, y todos, con una práctica de irrespeto muy visible.

Reconstruir la disciplina es un reto, entendiéndola bien, con procesos simples y planificados y temas importantes: autoconocimiento, autoestima, conciencia, juicio moral, empatía, perspectiva social y autorregulación.

Supuestamente cada institución tiene su Código de Convivencia. Hay que renovarlo y especialmente cumplirlo, tomando como eje principal la disciplina, no como simple acto de sancionar y castigar transgresiones cometidas por estudiantes y profesores, sí como cumplimiento de responsabilidades y obligaciones.

Disciplina para todos, sin obediencia ciega, sin sumisiones, con respeto a los derechos, con paciencia y firmeza. Hay que reconstruirla.