Reconciliación Nacional

En estos días hemos sido testigos de un país fraccionado y enfrentado. El conflicto no es fácil de resolver, especialmente cuando se ha gestado desde hace mucho tiempo.

El paro nacional que estamos viviendo no es causa, sino consecuencia de un cúmulo de años de política pública ineficiente, segregación, desigualdad y de pobreza; causas que hoy se agravan por los impactos de crisis externas e internas.

Terminar con el paro nacional, de forma dialogada, pacífica, y con soluciones sobre la mesa es lo urgente. Pero luego de lo urgente, viene lo importante: crear las condiciones para una verdadera reconciliación nacional, que nos permita entender que, aunque nuestra historia tenga un sinnúmero de realidades, este país solo prosperará si todos tenemos la oportunidad de prosperar individualmente, independiente de nuestros distintos orígenes.

Para esto, es esencial reconocer los problemas sociales que vivimos, aunque unos más que otros. Es esencial reconocer al otro, entenderlo y respetarlo. Aumentar la violencia en las calles no repara la violencia de las injusticias y del abandono. Más bien, las ahonda porque nos separa de trabajar en conjunto para resolverlas. Esta es una consigna válida tanto para el Estado, como para los manifestantes. No se puede pretender alcanzar la justicia y la paz a través de un camino de violencia y de nuevas injusticias que solo refuerzan este círculo vicioso.

Hay que asimilar que una vez solucionado el paro nacional, no se termina la labor de reconstrucción. Estuvimos tarde para prevenir los conflictos de hoy, pero estamos a tiempo para prevenir los conflictos del futuro. Y aunque el Estado puede ser un principal canalizador, es tarea de todos nosotros la de dejar de mirar nuestro propio metro cuadrado y entender cómo podemos tender la mano, tender puentes, y aportar a un país donde todos tengan cabida dignamente.