Racismo acentuado

El arquitecto se siente superior porque dice saber cómo son los indios: ladinos, hipócritas, aduladores para conseguir lo que quieren. Ellos, según el arquitecto, no producen nada, son mercaderes y explotadores de sus propios congéneres; compran chatarra en centavos en las ciudades y les venden a los campesinos al cuádruple como si fueran productos nuevos.

Este es uno de los tantos comentarios que circulan entre los grupos de Whatsapp de varias urbanizaciones, en donde los dueños de casa contratan a indígenas para que hagan las labores domésticas y de trabajo manual, es decir, como peones de su pequeña hacienda, aunque esta sea una media agua, pero en una urbanización y no en un barrio.

Vivimos tiempos de racismo, xenofobia y aporofobia, porque lo poco o mucho que tenemos, es producto de nuestro trabajo y no debemos regalarlo, entonces, lo mío: mi tiempo, mi interés y mi conocimiento, no tiene que ser para los otros, sino solo para los que son iguales a mí.

Esa es la lógica de pensamiento de nuestra clase media, aquella que no leyó ‘Huasipungo’, que no ha visto el cuadro de Kingman titulado ‘Los Guandos’. La realidad del campo es diferente a la de la ciudad, obvio. Son dinámicas y tiempos diferenciados.

Para muchos citadinos, como se autodenominan, las verduras, la leche y toda la producción agrícola se da en los supermercados y es oprobioso que un indígena maneje una camioneta o un camión. Para estos citadinos, la tecnología no debe ser de todos, como su tiempo ni su conocimiento, sino solo para los que viven en urbanizaciones.

Ver a un vendedor de papas, de arroz o a un chatarrero pasar con su camioneta por las urbanizaciones rompe con la tranquilidad del sector residencial, pues eso solo pasa en los barrios, no en estas islas boyantes donde la gente es linda y se odia entre sí, pero es más poderoso el odio al otro que no vive aquí.

Seguimos con pensamientos del siglo XIX en plena cuarta revolución industrial. Si su torpe pensamiento se erigiera como norma, ni siquiera sus hijas deberían estudiar pues los avances sociales no son para todos, solo para unos.

El racismo se afianza más en la sociedad y en estos momentos los miembros de los grupos de Whatsapp se lavan los apellidos y las caras, porque viven en urbanizaciones residenciales y los otros no pueden venir a quitarnos la tranquilidad.

Todo mensaje se cierra con el lema “es mi opinión personal”, pero muchos me odiarán o no responderán, porque no toman postura y eso es lo que daña al país, su apatía. Es decir, ser intolerantes como ese arquitecto es bueno… No hemos aprendido nada.