Quisiera emigrar a Hungría

Hungría es un país odiado por los gerifaltes de la corrección política. Su gobierno (no podía ser de otra manera) es tildado de fascista; su pueblo, despreciado por reaccionario. Los bienpensantes quieren expulsarlo de la Unión Europea (UE). Y sin embargo este modesto cronista quisiera emigrar a ese denostado país. ¿Por qué si, además, tiene un idioma dificilísimo de aprender?

La respuesta es sencilla: en ese país se acaba de dictar una ley por la cual la educación sexual de los niños depende de la voluntad de los padres, no del Estado, ni de la UE, ni de la ONU. Como afirma el eurodiputado Balázs Hidvéghi, “Se trata de un conjunto de normas para proteger a los niños. Corresponde a los padres decidir cómo educar a los propios hijos en la sexualidad de acuerdo con sus propias convicciones. Y es responsabilidad del Estado garantizar que se respete esta prioridad educativa de los padres”.

En la UE han puesto el grito en el cielo, ¿o deberé decir en el infierno?, por causa de esta ley presuntamente homofóbica. El ciudadano común, como usted y yo, sincero lector, se pregunta, ¿desde cuándo reconocer el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones va contra una visión de la persona humana? Esta ley, recuerda el mencionado eurodiputado, no se refiere de ninguna manera a personas adultas ni a la orientación que deseen dar a su propia vida; sin embargo, “ha sido interpretada de modo tendencioso y malévolo”.

Pero regresemos a mi anhelo de emigrar: aunque mis hijos ya son adultos, me gustaría vivir en un país en donde se respeten los derechos de los padres de familia, no como en el Ecuador, en donde, desde hace 125 años el Estado impone de manera totalitaria los criterios educativos de las nuevas generaciones.

También quisiera emigrar porque allá el presidente y los diputados realmente ejercen la ejemplaridad frente a sus ciudadanos. Son los primeros en vivir y actuar como la mayoría de los ciudadanos esperan que lo hagan, no movidos por minorías ni por consignas importadas. No han traicionado al núcleo de sus votantes.