¿Quién quiere al presidente?

Salvatore Foti

La salida de dos ministros claves y cercanos al presidente de la República, como lo fueron Juan  Carlos Holguín y Andrés Seminario, son una clara señal de que en el gobierno algo anda muy mal.

Tanto desastre e improvisación institucional y social pasan una cuenta muy salada al mandatario, quien se enfrenta a estadísticas despiadadas y que darían cuenta de que el 90% de la población tiene mala imagen de él y hasta los funcionarios más cercanos no aguantan mucho tiempo a su lado bajo sus directrices.

En este sentido, me quedo con la sensación que dejó el ex secretario de Comunicación Leonardo ‘Pipo’ Laso, quien no se fue muy agradecido con el mandatario ni con su equipo, a quienes les reprocha arrogancia y estar alejados de la realidad.

Otro funcionario muy cercano al presidente que tuvo que renunciar por razones éticas fue el exsecretario Anticorrupción Luis Verdesoto, quien después de entregar su informe sobre la presunta corrupción en las empresas públicas habría sido acusado, por el mismo mandatario, de traición, lo que acabó  con su salida y hasta con su amistad.

La enésima víctima de la ira presidencial es Rafael Cuesta, de TC Televisión, quien habría sido despedido por presiones, según el mismo Cuesta dijo públicamente, de un colaborador de confianza del mandatario, quien se aprovecharía de su cargo para sacar, siempre según Cuesta, provechos personales.

Concluyo añadiendo que hoy hasta la clase media que le llevó al poder a Lasso ha de estar muy arrepentida de aquello, dado que se encuentra pagando más impuestos a cambio de nada, pues nada funciona en el país.

Por todo lo expuesto, podemos concluir que al presidente le han de querer los asambleístas de CREO; las encuestadoras de los ‘panas’, que le daban un amplio triunfo en el referéndum de febrero; los vendedores de armas; y los que hoy ven con buenos ojos los incentivos que se está estudiando dar a entidades financieras perjudicadas por el alto índice de riesgo país.

En fin, muy pocos y contaditos ‘amiguis’ le han de querer al mandatario, que en poco tiempo, de ser destituido, deberá admitir que todo o casi todo lo que ha hecho durante estos dos años será digno de estudio de cómo no hay que hacer política.