¿Quién gana y quién pierde?

Rodrigo Contero Peñafiel

Un mal político (de la línea partidista que fuere) dice representar a todo el pueblo. Cree que todo lo bueno que ocurre a su alrededor depende de él. Sabe manipular los hechos o interpretarlos a su manera; cuando comete un error nunca rectifica y busca responsables. Nunca enfrenta los retos, huye de ellos, no cumple con su palabra, dice ser el mejor y bueno para todo. Es un mesías que nunca escucha, es pleitista, agresivo e intolerante. Nunca respeta las leyes, normas ni reglamentos.

Persigue a los que saben más que él y nunca aprende. Es impulsivo e irresponsable; sabe que existen mejores formas de hacer las cosas, pero contradice a sus interlocutores. Se fija en el medio que le rodea y sabe dónde se debe causar daño; sabe que el tiempo es valioso y busca la manera de consumirlo. Nunca es innovador o creativo. Siempre busca el conflicto; es intolerante y si algo le sale bien disfruta con cinismo.

Un mal político nunca es parte de la solución, pero sí del problema. Cuando algo le sale mal elude responsabilidades, culpa a los demás de sus fracasos y se libera de toda culpa. Se siente víctima de la adversidad y de sus enemigos. La ciudadanía ve con mucha preocupación como muchos políticos y ciertos asambleístas creen ser menos malos que los anteriores, viven dando vueltas sobre el mismo tema. Así mantienen ocupadas a las instituciones de Estado, a la justicia y sobre todo a la opinión pública. Nunca buscan soluciones, pero siempre encuentran culpables. No están seguros de nada ni de nadie, pero sí encuentran excusas para sus errores.

Todo mal político gasta su tiempo en psicodramas. Supone, manipula y hace de su discurso un suceso con el cual ataca a quienes más saben, para adjudicarles todos los males y justificar su incapacidad. Hablan solo de su «yo”; les agrada la polémica, el maltrato y la ofensa. Son insidiosos y siempre marcan la agenda de las discusiones y la polémica. Es hora de poner en su sitio a una oposición obstinada e iracunda que inventa delitos para atentar contra la seguridad del Estado y desestabilizar la democracia. ¿Quién gana y quién pierde en esta acometida? ¡Gana la impunidad y pierde el pueblo!