¿Qué vamos a hacer?

PACO MONCAYO

La situación de extrema inseguridad que soporta el país ha estimulado un gran debate entre los ecuatorianos, en el seno de sus hogares, en las organizaciones sociales y, especialmente, en los medios de comunicación. Existe en todos los sectores una sensación de angustia, de desamparo, desconfianza y hasta agresividad. La gente se pregunta: ¿Por qué hemos llegado a esta situación? ¿Por qué un país, tradicionalmente pacífico, calificado, hasta hace algunos años, como una ‘isla de paz’ se ha convertido en un espacio de incontrolable violencia? Señala culpables: Ineficacia de la fuerza pública, corrupción de algunos jueces y fiscales, insuficiencia o inadecuación de las normas legales, incompetencia del gobierno… y reclama respuestas. El gobierno declara el Estado de excepción, emplea a las Fuerzas Armadas, asigna recursos… Medidas reactivas, temporales e insuficientes, que pueden aliviar tensiones, pero no prolongarse más allá de los plazos legalmente establecidos.

En estas condiciones, parecería inoportuno y hasta ridículo reflexionar sobre el mediano y largo plazo; pero hay que hacerlo, sin descuidar lo inmediato. Cuando la casa está en llamas, a nadie le importa revisar el estatuto legal del Cuerpo de Bomberos. Lo inmediato es recuperar la iniciativa, frente a las amenazas evidentes: declarar al Consejo de Seguridad en sesión permanente; organizar un comité de crisis responsable de apreciar la situación en tiempo real, presentar recomendaciones, preparar documentos ejecutivos para poner en marcha acciones estratégicas interagenciales, brindar asesoría oportuna a los miembros del Consejo, en general, y al Ejecutivo en particular.  De esta manera se evita improvisaciones y fiascos que debilitan la gobernanza y dificultan la urgente reactivación económica.

Atendidas las urgencias de la coyuntura, el Gobierno debe, inmediatamente, revisar la totalidad del sistema de seguridad: la legislación, doctrina, planificación, capacidades y vulnerabilidades del poder nacional, la real situación de la fuerza pública, la cooperación en los niveles subregional, regional, hemisférico y global de las amenazas, etc., para tomar, entonces sí, las mejores decisiones de seguridad para el mediano y largo plazo.