Que Lasso no culpe a Moreno

Ya sabemos los logros del actual club de amigos del mal llamado gobierno:

Sabemos que no pudo manejar la pandemia y de los cuerpos abandonados y extraviados en todo el país; sabemos del fracaso del plan de vacunación y de cómo los privilegiados fueron vacunados antes que los médicos; sabemos que bajo su mandato se batió el récord de muertos en las penitenciarías del país y sabemos del daño que hizo a toda la población al no otorgar ninguna ayuda significativa durante uno de los peores momentos vividos por la humanidad.

Por esto, es importante que el nuevo presidente no dedique su primer período o, menos, todo su mandato a culpar a Lenín Moreno por lo que anda mal en el país. Peor aún, si es que somos objetivos y aceptamos que CREO ha sido uno de los más fervientes morenistas dentro de la Asamblea Nacional.

Las declaraciones de Lasso sobre el hecho de que Moreno habría dejado al país sin vacunas ni “mesa servida” no puede ni debe ser excusa para no cumplir con las promesas de campaña.

No necesitamos de un analista político que nos indique las barbaridades cometidas en los últimos cuatro años sino de un presidente que resuelva los graves problemas y en muchos casos las graves tragedias sociales en las cuales hoy en día se encuentra hundido el Ecuador.

No hay más tiempo que perder, ha llegado la hora de actuar con voluntad política para vacunar a todos dentro de los primeros 90 días; subir los salarios básicos sin recurrir a la tercerización y reactivar la economía facilitando los emprendimientos, los préstamos con tasa de interés que no hagan sonrojar hasta a los usureros y con la creación de puestos de trabajo. Además, reestructurar las deudas de los ecuatorianos y apoyar a las empresas y a los sectores productivos del país que hoy en día siguen quebrando por la total ausencia y desinterés del Estado.

Ecuador se ha vuelto un ejemplo que no hay que seguir para todos aquellos países que quieren salir de la crisis ocasionada por la pandemia y resulta claro que razones sobran para pedir a gritos -y, por fin- un Presidente que sea capaz de solucionar, más no de acusar al predecesor de lo mal que lo hizo, que de esto ya estamos hartos.