“¿Por qué mentimos?”, es el título de un libro publicado por la Universidad de Nueva Inglaterra, en el que se asevera que: hay cerebros que son más aptos para mentir, que engañar da ventajas, que el humano es el único animal que es capaz de engañarse a sí mismo, que vivir engañando y engañado puede producir ansiedad y otros problemas. Todo para el análisis.
No tiene que ver, o tal vez si, con: Andrés, Andrés… pero, nos direcciona hacia un examen psicológico sobre comportamientos de aprendices a políticos, peligros ciertos para los ecuatorianos. Y es que, muchas de las mentiras descubiertas y escuchadas, no son simples falsedades con ocultamiento y tergiversación, son: documentos, gestos, titubeos, sonrisas que los delatan.
La psicóloga Sandra Farrera explica, la gente miente para: quedar bien, excusarse, obtener lo que quiere, dar una imagen distinta, obedecer por miedo al castigo, encubrir otras mentiras, llamar la atención, halagar a alguien, ganar tiempo y yo diría, hasta por venganza.
Si todo lo aplicamos a alguien que desea dirigirnos, la carga de responsabilidad no sólo queda en quienes pretenden gobernarnos o regresar para “representarnos”, reposa en cada ciudadano. Es un asunto de vida o muerte.
Ubiquémoslos debidamente o son: mitómanos, inclinados a mentir irresistiblemente o mentirosos patológicos que tienen adicción o pseudo fantásticos que perturban su personalidad por la presión de grupos. O son todo.
Todavía estamos a tiempo, respiramos aún democracia, meditemos sobre los embustes políticos. No es tiempo sólo de quedarnos con: no hay práctica de valores, hay una crisis de valores, el hogar y la escuela no enseñan valores. Tenemos la oportunidad de impedir que intenten hacernos olvidar de tanta falsedad, cuento y corrupción.
Este es el momento, el comienzo del fin, el instante crucial en el que, por fin, tras una larga y penosa experiencia, alberguemos una esperanza: acabar definitivamente con un malsano fanatismo. Es hora de borrar los vicios sociales que crecieron demasiado.