Por quién doblan las campanas

Frente a la invasión y destrucción de Ucrania por la Rusia de Putin, viene a la mente y a la historia la tragedia y el recuerdo de que en la Segunda Guerra Mundial murieron 50 millones de seres humanos. Alemania casi desapareció por las locuras y crímenes del führer Hitler; el ‘padrecito’ Stalin se apoderó de países enteros como botín de guerra y suprimió a 20 millones de opositores. En fin, todos perdieron; el dolor y el Holocausto aún siguen presentes. Hoy ha resucitado el horror de la guerra, con amenazas hasta nucleares.

Los iniciales triunfadores, los alemanes, invadieron Rusia (1941), destruyeron pueblos, ajusticiaron soldados rusos, violaron a sus mujeres. Cuando los rusos tomaron (1945) Berlín como venganza ajusticiaron soldados alemanes, violaron a sus mujeres, enviaron como prisioneros a sus Gulag a los soldados alemanes que se rindieron, donde por años les dieron tratos inhumanos.

En la novela de Hemingway ‘Por quién doblan las campanas’ con maestría se cuenta los peor y lo mejor de la Guerra Civil Española (1936-1939), que se afirma produjo un millón de muertos para que ‘estalle’  después la paz, con cuarenta años bajo el dictador Francisco  Franco, también caudillo de España, estilo Hitler, Mussolini, Putin y de los aprendices Batista, Trujillo, Somoza, Castro, Chávez, Ortega, Maduro, Correa.

Quién ganó la guerra en esa ocasión ya poco interesa. Que sufrió España y su pueblo es lo cierto; quedó dividido y esclavizado hasta que murió Franco. Los comunistas hasta hoy se lamentan de que perdieron esa guerra. Pero que fue un revulsivo ideológico es cierto: “Me gustan los comunistas como soldados pero no como sacerdotes”, afirmó Hemingway un convencido antifascista.

Lo de Ucrania nos lleva a que la indiferencia ante la guerra es casi un suicidio. El título de la novela procede del poema ‘Meditación’ del inglés John Donne (data de 1624): “Nadie es una isla; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.