¿Por qué Yunda sigue ahí?

Lo que nos queda de democracia está bastante amenazado. Una contienda electoral llena de incertidumbres, triquiñuelas y curiosidades. Así estamos: de lejos, ladrones y prófugos en una pelea sanguinaria por volver al saqueo público; de cerca, un alcalde de la capital asediado por una justicia que pronto tendrá que ser reeditada y reinventada.

Con el posible triunfo del candidato Andrés Arauz a la presidencia, el vergonzoso retorno de Rafael Correa y la anulación de varias sentencias por corrupción, serían hechos tenebrosos ciertos en pocas semanas.

Con cierta imaginación se instauraría una política de persecución contra opositores y libre pensadores quienes cuestionamos la gobernanza del crimen organizado, el narcotráfico en escalada y la politiquería alrededor del fraude público y el sistema de sobornos entre Estado y privados. Por decir, alguien tendrá pronto, que volver a probar que los dineros entregados a Jorge Glas, o a sus testaferros, por constructoras como Odebrecht, fueron una realidad jurídica rigurosa demostrada primero ante las cortes de Estados Unidos.

Tras un escenario distópico tan controversial y polémico, Correa tendrá capital político suficiente para su regreso pese a encubrir la extensión del desastre de Lenín Moreno, quien sumergió al país en la peor crisis económica, política y sanitaria de la historia reciente. En tanto, las emociones del voto por Arauz están intactas.

Es prematuro apostar por la ingenuidad de un muñeco que se mueve por medio de una cruceta de la cual cuelgan unos hilos de intereses correístas que van atados a su cuerpo. Hasta ahora, la representación popular de la marioneta ha funcionado.

Esa parafernalia de la campaña política gira entre tertulias y conversatorios por Zoom, Skype, Teams y la serie de plataformas tecnológicas dirigidas a los jóvenes que están agotados por la virtualidad de la pandemia. Sin embargo, el recurso de la nostalgia política se reactiva desde Internet. Esa sensación aplicable a un electorado agotado a través de nuevas formas de interactuar -por el exigido distanciamiento social- y recrear la cotidianidad junto a la proliferación de la peste y el aprovechamiento de los políticos.

La tensión social sigue latente. Un allanamiento al domicilio de Jorge Yunda, por presunto peculado, matiza los niveles de pobreza, desigualdad, desempleo e informalidad de un país hastiado de malos políticos. Un panorama desolador que requiere estética jurídica inmediata para no caer en la mentira más ruin del encantador de serpientes. Es difícil pero no imposible. Momento decisivo para ver el otro lado de la moneda y sobrevivir.

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