Políticos y nuevo año

Con los años, las decepciones, las defraudaciones de los candidatos, que elección tras elección nos ofrecen el Cielo y a la hora de la verdad no pasa nada, hemos perdido la confianza en los políticos, pero de manera particular en los asambleístas; son ellos quienes demuestran visible y expresamente lo que no debe ser un humano. Es en la Asamblea donde se gestan las más bajas circunstancias y pasiones entre politiqueros que nunca acuerdan, sino lo que les conviene, allí salen a luz las incoherencias y vulgaridades de quienes lamentablemente nos representan; debe ser por ello que es una de las instituciones con menos credibilidad y prestigio.

De los congresistas, con honradas  excepciones, no nos gusta nada, todo nos molesta; mucho más cuando aparecen los informes de las inasistencias y algunos baten récord de ausencias a las sesiones del pleno. Ciertamente tomamos conciencia de que sin su presencia no perderíamos nada y ganaríamos mucho.

Seguro seríamos felices si los sueldos que perciben los asambleístas dejaran de ser tales y se  les cancelara por sesión o por proyecto presentado; así talvez se pondrían a laborar o ya nadie querría ser uno de ellos.

Hay la cierta impresión de que estos caballeros llegan a una curul por tres cuestiones: para hacerse de un nombre en la vida política, por cuadrarse económicamente  con buenos sueldos o, por relancina, cuando por el lugar que ocuparon en la papeleta electoral logran alcanzar un puesto sin pensarlo.

Ninguno de los casos es justificable para que sean los representantes del pueblo. Lo deseable sería que fuesen con propuestas y la firme convicción de trabajar seriamente por el país y, tampoco hay sentido en la cantidad de congresistas, más de un centenar, cosa que provoca mayores desacuerdos, componendas, discrepancias, contubernios, triquiñuelas, vivezas, cuando deberían por ahorro de tiempo y dinero no pasar de dos por provincia, máximo, para decir que vivimos un régimen democrático y punto.

Estamos viviendo el nuevo año y esperemos que los deseos de salud, paz y prosperidad para todos los ecuatorianos se hagan una realidad; pero no olvidemos que humanos como somos y sobre todo creyentes, la existencia depende la divina voluntad, la misma que con seguridad estará pendiente de los aconteceres de nuestros políticos, de la Asamblea y el ejecutivo, de los exmandatarios también, porque ciertamente es hora de que se enmiende, de que nos revistamos de nuevas energías, menos pendencieras y más humanas, poco mentirosas y muy honestas para lanzarnos a construir una nueva Patria, más justa y equitativa. ¡¡¡Feliz 2022!!!