Pocas veces con los colores de la bandera

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

En cuatro meses se acaba el 2021, y la proforma presupuestaria agoniza en la Asamblea Nacional en medio de controversias poco sanas y sorprendentes alineamientos. Las grietas se ensanchan tras los pronunciamientos de PSC, UNES, Pachakutik y adláteres. Mientras, significando los objetivos reales de su agenda, el presidente Lasso habla de una consulta popular para este año.

La retórica al uso en la Asamblea, intenta mantener la tensión a cualquier precio. Contrasta, por obsoleta y repetitiva, con lo que busca el Presidente con la consulta: las funciones y existencia del Consejo de Participación Ciudadana, fortalecer la dolarización y un nuevo Código de Trabajo. El sostenimiento del IESS también está en la mira del mandatario.

En un clima de extrema politización, el gobierno deberá maniobrar con el pragmatismo y cautela que le han caracterizado, pero también con la determinación de su líder. Este es uno de los grandes retos que tiene a la vista, pero no el único. La apertura de mercados externos, comerciales y financieros, es otro, pero Lasso lo aborda con una determinación nunca vista en los últimos presidentes.

La eliminación de varios impuestos “improductivos”, desde luego, obliga a incrementar por otras vías los ingresos fiscales. Tímida aún, deberá propiciar que se muevan los capitales privados, algunos guardados fuera, para contribuir a desarrollar la economía e incrementar el empleo. El camino que se tiene por delante requiere de dos piernas: la pública y la privada.

Esta última debe despojarse de su patriotería y “prudencia”, y poner el hombro en procura de un país mejor. El aperturismo al exterior tal vez sea la llave para “sacudir” esta otra pared asfixiante. La cruda realidad es que se ensancha cada día la brecha entre quienes más tienen y los que nada tienen. La eliminación del subsidio a los combustibles, por ejemplo, no resolverá el problema, pero es un primer paso.

Mientras PSC, UNES, Pachakutik y adláteres, así como quienes por detrás de ellos mueven los hilos, siguen jugando a un parlamentarismo populista enfermizo, que va del rojo al amarillo, pasando por el naranja, el verde, el azul, el añil y el violeta. Pocas veces con los nítidos colores de la bandera. Pero llegará el día en que el saco que los cobija sea tan pesado, que nadie lo podrá mover.

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