Pobreza

Rodrigo Santillán Peralbo

Hasta enero de 2023, los pobres son una desesperante realidad, pero el Estado neoliberal no se preocupa por ellos. La pobreza se ahonda y se ha incrementado por los efectos socioeconómicos derivados de la pandemia de COVID-19 o como consecuencia de la migración interna y externa, por el constante abandono del campo o por efecto de las lluvias extremas o la sequía, la falta de trabajo y las profundas desigualdades que sufren los pueblos.

Algunos datos señalan que la pobreza extrema se ha impuesto en al menos un millón doscientos mil hogares que sufren de carencias fundamentales que inciden en el hambre y en la desnutrición que advierte que uno de cada cuatro niños las sufre y soporta. En términos generales se podría afirmar que cada día que pasa, los pobres son más y que, en el año anterior, la pobreza se incrementó en por lo menos un 11%.

La pobreza convierte a las personas en seres vulnerables a virus y bacterias porque al no poder alimentarse adecuadamente, bajan las defensas. La situación de pobreza afecta especialmente a los niños en sus primeros años, en especial durante sus primeros 1.000 días de vida. Las niñas y los niños en edad escolar y los adolescentes que no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias y nutricionales, tienen muchas dificultades en las etapas de aprendizaje y los convierte en “malos estudiantes”.

Mientras crece el número de personas en situaciones dramáticas de vulnerabilidad debido a la inseguridad alimentaria, nada o muy poco hace el Estado, pero hay instituciones y organizaciones nacionales e internacionales que se preocupan por el problema y buscan algunas remediaciones.

Se deberían crear o implementar planes y programas para combatir la pobreza generadora del hambre y asegurar un mejor futuro para el país.