Petróleo al desnudo

Eduardo F. Naranjo C.

La riqueza petrolera es potencial de creación y desarrollo. En algunos países funciona para beneficio de los ciudadanos, como en Noruega, México, Nueva Zelanda, etc.; en otros, crea magnificencia y lujo, en otros se diluye en armas y guerras, tragedia que  produce  también este mineral.

En la Amazonía comenzaron los problemas desde el inicio de la exploración. Nacieron conflictos con sus habitantes, gente de culturas ancestrales que viven en esas selvas  que por lógica legal debe reconocérseles como propietarios sin escrituras. La ley sostiene que quien habita o vive en un territorio por más de 20 años adquiere la posesión, independientemente que tenga o no títulos.

Es el caso de los Waorani  y otras etnias y pueblos que moran allí; sin embargo, el Estado, buscando aprovechar la riqueza, tomó esas tierras rompiendo el equilibrio del bosque. Ciudades como Orellana y Nueva Loja no existían. Comenzaron como campamentos petroleros. Los nativos reclamaron compensación por la destrucción del bosque y se hicieron tratos para proveerles algunos pequeños beneficios.

El conflicto del bloque 16 se da por incumplimiento del Estado al no honrar un acuerdo que ellos tienen desde tiempos de Maxus, para que la comunidad reciba algunos beneficios en compensación al daño ambiental. Petroecuador, actual operador, no cumplió y creó el conflicto. Así es como una pequeña historia olvidada aparece en la prensa como un conflicto donde los Waorani llevan la parte negra.

La mayoría de ciudadanos desconocen esto, que implica que los habitantes ancestrales del ‘Sacha’ están de vuelta y reclaman sus derechos, lo que insinúa un escenario de complejidad para los mestizos de diferentes cruces incluidos europeos. No debemos soslayar lo que está ocurriendo y donde los derechos de los nativos están siendo visualizados con intensidad.