Paz, afectados y paro

Dice el poeta Simón Zavala: “…vuelve primero sobre estos desafíos/ que se van/quedando intactos y siembra la paz y conviértete en agua y sed/ en sol y luz en pan y en abrigo/. Haz entonces de tus manos la paz, de tu sexo la paz./De tu palabra la paz./Pero por sobre todo/ por sobre la poesía de modelar un planeta/ de levantar un nuevo fuego/ para la libertad de todos/ haz de tu mente LA PAZ para siempre”.

Actuar desde la paz es más inteligente que hacer mil guerras. La paz es don, desafío, arte superior y bienaventuranza. Gracias a la mediación de la Iglesia Católica entre el movimiento indígena y el Gobierno Nacional, finalizó el paro. El clamor por la paz se expresó en masivas marchas de varias ciudades ecuatorianas, especialmente en Quito, la más impactada por el vandalismo como lo demuestran innumerables videos y fotografías de ataques a personas y a bienes públicos y privados captadas por ciudadanos. ¿Cuál es el límite entre la paz y la impunidad? ¿Cómo retomar la paz? No debemos aplaudir la violencia política ni la destrucción como formas de protesta. No debemos idealizar a las organizaciones sociales, a sus líderes o a los gobernantes pues todos deben rendir cuentas de sus actos políticos. No se deben repetir acciones que impidan el paso de ambulancias, que invadan hospitales y contaminen el agua de ciudades o provoquen desabastecimiento, terror y sufrimiento a la población. El pueblo deliberante de Quito repudió el vandalismo y tuvo que enfrentarlo y defenderse, pero no es la confrontación lo que la sociedad quiere, sino la concordia, respeto, calidad de vida para todos, el trabajo. El alcalde, que debió haber estado junto al pueblo de Quito cada día en esta grave crisis y entregando todo el apoyo institucional, queda en deuda con la ciudad. Las lecciones son para todos. Sería esperanzador que la ciudadanía afectada en el país por el paro, pudiera ser, también, escuchada por la Iglesia Católica y otras instituciones. Las pérdidas de valiosas e irreparables vidas de civiles y uniformados y los heridos merecen que edifiquemos una justa paz de respeto y más escucha.

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