Los bienes patrimoniales, los objetos del pasado, los restos arqueológicos, las pinturas, los edificios y monumentos forman parte de la historia de los pueblos. Integran aquello que llamamos identidad y que se forma del conjunto de historias, tradiciones, relatos, que van conformando ese bien intangible relacionado con el orgullo de ser habitantes de un país, con el sentido de pertenencia.
Es necesario saber de dónde venimos, conocer nuestras raíces, para planificar el futuro; por ello es tan importante preservar aquellos bienes que son los testimonios reales de los que podemos valernos a la hora de reconstruir nuestra historia.
Ecuador es un país rico en registros culturales, con pueblos originarios que hasta el día de hoy mantienen sus tradiciones, sus usos y costumbres. Pero también hay un acervo maravilloso, con restos arqueológicos de un valor incalculable, con piezas del arte colonial, con evidencias de lo que fue el pasado.
Buena parte de esos restos y obras reposan en los museos, particularmente en el Museo Nacional, que desafortunadamente han tenido una especie de viacrucis, con traslados inconsultos y localización en espacios que no reúnen los requisitos mínimos de seguridad. Ello indudablemente inquieta a los expertos, pero también a la ciudadanía que conoce el valor de los bienes patrimoniales y lo que representan para el país.
Vale la pena que se tomen decisiones mesuradas, que se obtenga información válida y pertinente y que se actúe de la manera más idónea para precautelar la memoria histórica de un país que tiene tanto que ofrecer a propios y a extraños.
Esperamos que la Ministra de Cultura tome las decisiones con respecto a lo que debe hacerse y que lo haga teniendo siempre en la mira el bien del país y, como en este caso, la precautelación del patrimonio de todos los ecuatorianos.