Para qué sirve la literatura

Como todas las artes, para nada. Porque la nada es algo indescifrable, es un vacío que se debe llenar con elementos humanos, sensibles y que nos transformen. Un libro se queda en nosotros cuando por la calle vemos a sus personajes, cuando pensamos como uno de ellos o comparamos las situaciones propias por las que ellos atravesaron.

La literatura sirve para conocer de lo que están hechos los sueños, como diría Shakespeare, para que el silencio de la nada no nos inunde, sino que sepamos apreciar al silencio, como cuando Hamlet muere y nos dice que lo demás es silencio.

La literatura o las letras, como las demás artes, se estudian y se aplican; pero no todos los que la estudian son creadores ni todos los creadores son estudiosos metódicos de la literatura. Pocos son quienes ejercen los oficios de escritores y críticos.

En nuestro país, los literatos han sido intelectuales que se han dedicado a desentrañar las estructuras del oficio, pero también han pensado acerca de la realidad histórico-social de nuestra nación. Con su sensibilidad diseccionan la coyuntura, la historia, la sociedad y sus relaciones para mostrarnos en un lienzo grande, como eso que pinta Miguel de Santiago sobre la orden agustina, las diferentes formas del ser humano.

La literatura es pensamiento, estructura, sentido, lógica, retórica, pero sin ingenio no es más que discurso utilitario. Durante las últimas dos décadas nuestros escritores consagrados han sido utilitarios para cooptar puestos burocráticos, defender ideologías con sus textos y obtener tajada para asegurarse una vejez solvente con el pretexto de su oficio.

No todos, pero muchos lo hicieron. Se convirtieron a su nueva religión y dejaron de ser los escritores para ser los literatos.

Eso no es literatura, es política. La literatura sirve para encontrar a ese tipo de personajes y caracteres de los niveles del infierno dantesco entre nosotros y poder tener cuidado de ellos.