¿Para qué el diálogo?

¿Cuánto perdemos como país por estar fragmentados, dispersos, en broncas permanentes e innecesarias? El costo, indudablemente, es incalculable, además de irracional. ¿De qué nos sirve llenarnos la boca repitiendo como disco rayado que tenemos un país rico, si las distancias y las controversias nos impiden disfrutar la riqueza? Desde esta perspectiva, el diálogo es necesario, impostergable, resulta lógico y tiene carácter de urgente. Esto no significa, bajo ningún criterio, asumir amnesia ante la inequidad histórica, la fragmentación política, la corrupción y la descomposición social.

Al contrario, solo cuando asumimos la realidad que tenemos (por muy cruda que esta sea) con sus causas, consecuencias y responsables podemos trazar una ruta para el cambio. El diálogo auténtico, desprendido de vanidades, con propuestas, respeto entre las partes y reglas del juego definidas puede prosperar. Para ello hay que crear las condiciones necesarias, en donde los actores aprendan a conceder o entender que un proceso de diálogo en búsqueda de acuerdos no es el anuncio de ganadores y perdedores, sino de ganancias mutuas, aunque sean de distinto alcance, tamaño y en diferentes tiempos.

En Ecuador se han propiciado diversos procesos y proyectos de diálogo; sin embargo y pese a las buenas intenciones de sus propulsores, no prosperaron porque las condiciones de esos momentos no estaban en sintonía con los intereses de los concurrentes. Por otra parte, varios actores han usufructuado de la fragmentación social porque aprendieron a fidelizar nichos electorales, gremiales y sectoriales desde donde operan y consolidan sus zonas de confort: “mientras yo esté bien, no importa la situación de los demás”.

Una vez más, varios sectores de la sociedad invitan al diálogo nacional con el propósito de conseguir acuerdos sostenidos en el tiempo. Esta prueba corroborará la madurez de la población, sobre todo de aquella que tiene representación política, poder económico y capacidad de movilización. No esperemos que la crisis también se lleve con nosotros la posibilidad de dialogar y hacer posible ese Ecuador que tanto  queremos.