Pandemia, ¿contra quién nos enfrentamos verdaderamente?

Miguel Crespo

Estamos cerca de cumplir tres años desde la introducción del primer caso en el Ecuador (febrero 2020), por ello, es indispensable realizar un análisis retrospectivo y preguntarnos cuáles son los verdaderos enemigos que nos enfrentamos. El COVID-19 nos ha dejado una gran cantidad de información científica, desde el primer día tenemos datos abundantes, los cuales, nos han permitido actualizarnos para hacer frente a un enemigo que marcó un hito sin precedentes en la comunidad científica.

Este virus inició como un enemigo letal y fulminante que causó destrucción, miedo, dudas y desazón. Ver morir a millones de personas en el mundo obligó a la comunidad científica a redoblar esfuerzos en una lucha desigual generada por el desconocimiento. Pandemias y endemias anteriores (SARS Y MERS), fueron los primeros coronavirus, y su conocimiento la única arma que se tuvo, sin embargo, la relación de muertes que trajo COVID-19  se convirtió en el indicativo que nos enfrentábamos a un virus más agresivo y letal que los anteriores.

Ecuador fue uno de los países más afectados. Hay que recordar que Guayaquil fue de las ciudades con mayor tasa de muertos por habitantes en el mundo y lo más trágico de este escenario fue que mientras perdíamos a nuestros seres queridos otros robaban y lucraban a costo del dolor de la gente. Parece mentira o cuento de terror, inexplicable ahora pero cierto; fue una página negra escrita con sangre de los ecuatorianos.

Pese a toda esta tragedia salimos adelante, con gran esfuerzo del personal de salud, días que jamás olvidaremos y que nos marcaron para siempre. Una luz de esperanza en el mundo apareció: las vacunas hicieron frente a este enemigo letal. La mortalidad comenzó a disminuir, las UCIS ya no estaban llenas y el miedo de perder a nuestros seres amados empezó a perderse. Ahora estamos muy lejos de volver a estos escenarios de terror que solo los que estuvimos podemos narrarlo, con quebranto y dolor de lo que nos dejó el COVID.

Han transcurrido casi tres años y escuchar a las personas que no quieren vacunarse, negar su beneficio y efectividad, culpar al personal de salud de lo que se vivió, pensar y exigir que la vacuna evite que te contagies sin entender que estas evitan la muerte, complicaciones y graves secuelas, no cuidarse, propagar el virus cuando están contagiados y exponer a la gente, no utilizar mascarilla, no colocarse las dosis de refuerzo; desvincular al personal que laboró en pandemia, nos lleva a esta verdadera reflexión.

Nos enfrentamos al COVID, pero nuestro verdadero enemigo es la negación, la indolencia, la ignorancia y el poco sentido común de la gente. Atravesamos momentos muy dolorosos. Perdimos seres amados, abuelos, padres, hermanos, hijos, esposas y esposos, buenos amigos, conocidos. En muchos de los casos no pudimos despedirnos; entraban al área de emergencias, con los familiares en casa también enfermos sin poder acompañarlos y quizás nunca más volvían a salir. Centenares fueron incinerados inmediatamente, sin misas ni homenajes póstumos; cuentas interminables de pagar en instituciones privadas por haberles  atendido varios días y sin poder salvarlos de la muerte; búsquedas interminables de ventiladores y espacios físicos en las unidades de cuidados intensivos, en centros médicos completamente colapsados, donde ni todo el dinero del mundo alcanzaba para una cama. Recordar todo esto y no llenarnos de responsabilidad social, apena y preocupa con la única conclusión y cuestionamiento a la vez de haber alcanzado una verdadera conciencia social, reflexión personal que les invito a realizarse.