Paco Moncayo Gallegos
Cuando se trata de tomar decisiones en temas de trascendencia, sea en el sector privado o en el público, los responsables deben, sin excusa aceptable, contar con la inteligencia que les permita sustentar el curso de acción que van a adoptar. Una decisión equivocada puede derivar en consecuencias lamentables. De esto deriva la importancia de disponer de una inteligencia profesional y confiable que, en el caso de la gestión del Estado, permita anticipar las amenazas o riesgos que puedan afectar al logro de los objetivos de desarrollo y seguridad.
Inteligencia no es información; esta se obtiene de fuentes abiertas, cerradas y mixtas, que son utilizadas por distintas agencias para, luego de un proceso científicamente diseñado, producir un conocimiento nuevo:inteligencia, que, entregado en forma oportuna, precisa y confiable, permita la toma de decisiones correctas, de acuerdo con la naturaleza del problema a resolver. La contrainteligencia, por su parte, se encarga de proteger al personal, las instalaciones, las infraestructuras y la información del ataque de fuerzas antagónicas.
En un contexto como el actual, volátil, incierto, complejo y ambiguo, con numerosas y heterogéneas amenazas, se requiere de un sistema profesional y confiable: La ‘comunidad de inteligencia’, conformada por componentes de los campos militar, policial, de relaciones internacionales, financiero, aduanero y tributario. La confiabilidad depende de un trabajo imparcial, libre de interferencias políticas o de cualquier otro orden, cuidando que el conocimiento obtenido, no sea manipulado, para intentar incidir en los resultados de acuerdo con conveniencias particulares. Cuando esto no sucede es común observar que se emiten órdenes y contraórdenes, creando desconfianza hacia las autoridades.