Paco Moncayo Gallegos
Para el momento que se publique este artículo, el pueblo ecuatoriano se habrá entre dos alternativas radicalmente opuestas. La primera, la democrática, que ha demostrado, a lo largo de la historia, ser la que mejor atiende las necesidades vitales de bienestar y seguridad de la gente (no del aparato estatal), o la autocrática, con su largo estigma de represión, violación sistemática de los derechos humanos, empobrecimiento de la calidad de vida y siembra perversa de tragedias sociales. Cuando se estudia la historia, no se encuentra en regímenes verdaderamente democráticos páginas denigrantes como las de los campos de exterminio nazi en contra del pueblo judío, ni los gulags soviéticos para eliminar física y moralmente a los presuntos disidentes; ni centros de detención destinados a martirizar y aterrorizar a sospechosos de pensar diferente de los dogmas impuestos por regímenes como los de Franco y Mussolini.
Pero no se trata de elegir democracias de papel sino aquellas en las cuales son fundamentales la negociación, compromiso y consenso para enfrentar los naturales conflictos de intereses; la transparencia, confianza y cooperación entre distintos sectores sociales y políticos; el pluralismo, tolerancia y respeto a los derechos humanos; leyes efectivas y justas; instancias de participación ciudadana y rendición de cuentas de las autoridades; el respeto a la voluntad popular mediante elecciones limpias; la división clara de las funciones de gobierno; y, la alternancia en el ejercicio del poder. La democracia no es un simple apelativo, es fundamentalmente un modo virtuoso de vida para las personas, como individualidades que deben ser respetadas y de las organizaciones sociales que representan intereses colectivos legítimos.
Para legitimarse, no es suficiente que un gobierno respete los aspectos formales de la democracia. Es indispensable que dé respuestas oportunas a las aspiraciones de las personas a una vida digna, con educación y salud de calidad, con empleos buenos y adecuadamente remunerados, con seguridad frente a amenazas como las del crimen organizado y los riesgos naturales, porque todo eso es democracia. El pueblo no debería equivocarse al emitir su voto. Ojalá así haya sucedido.