Ante la crisis

Pablo Granja

Leer a Axel Kaiser es obligatorio para entender la necesidad de aplicar el liberalismo económico para que un país avance hacia un desarrollo sostenido, y para desenmascarar ‘El engaño populista’, título de uno de sus libros.

También es autor de ‘El economista callejero’, escrito con claridad y sencillez acerca de los complejos meandros de la Economía. Con similar estilo, hay quienes se preguntan si la “economía ecuatoriana está quebrada”.

Comparando los segundos trimestres de 2023 y 2024, el PIB se ha contraído 2,2%. Las áreas que más decrecieron son manufactura no alimenticia (-9,7); turismo (-6,7); refinados de petróleo (-8,8); construcción (-17,2). El empleo formal decreció en 0,77% y aumentó el desempleo en 0,5%. Para fines de año el deterioro será mayor, ya que se pierde entre $72 millones y $96 millones diarios por causa de los apagones. Otros factores que aportan a la crisis son: escasa inversión extranjera de $172 millones en el primer semestre; la inseguridad política, jurídica y delincuencial, la corrupción.

El presupuesto fiscal no alcanza para cubrir los gastos corrientes, que incluyen la deuda al IESS y a los GAD. En esta situación, el Estado no tiene ninguna posibilidad de dinamizar la economía; pero la izquierda más retrógrada e irresponsable sigue sosteniendo que abrirse a la inversión extranjera es perder soberanía, a menos que la contraten ellos, por supuesto.

¿De dónde pensarán que se pueden obtener los $17.000 millones requeridos para cubrir la demanda del sector eléctrico durante los próximos quince años?

Mientras Colombia ha recibido $7.200 millones de inversión extranjera hasta agosto y Perú recibirá $9.414 millones hasta fines de este año, en nuestro país hay sectores que no tienen el interés ni el patriotismo para detener la marcha hacia el abismo.

Cinco serían los factores que limitan el crecimiento económico:

  1. Déficit fiscal y abultado gasto público;
  2. Desastres naturales (pandemia, terremoto, sequía);
  3. Incapacidad de las élites de diseñar planes consensuados y de largo plazo;
  4. Débil infraestructura, estancada y deteriorándose;
  5. Constitución de Montecristi, que designa al Estado como único motor de desarrollo e impide la participación de la empresa privada en la expansión de las inversiones designadas como “estratégicas”.

Ante este panorama tan desolador, es urgente que las élites se concentren en lo que es necesario hacer, pensando en el país, no en sus intereses; los sectores sociales e indígenas deben actuar con objetividad, sin exigir lo que no se puede obtener; la ciudadanía está obligada a identificar la ideología del fracaso; y los gobernantes deben actuar con decisión y franqueza para asumir los retos inaplazables.