Nuevamente falló la conspiración

Ugo Stornaiolo

Volvieron a calentarse las calles, las cárceles y la legislatura. La explosión coordinada —y sospechosa— de bombas en gasolineras, calles, frente a los PAI policiales y los motines carcelarios demuestran que existe un objetivo: subvertir el orden, derrocar al gobierno democráticamente elegido y dar un golpe de Estado. El objetivo: el retorno de Rafael Correa, sin culpas, juicios ni sentencias. Para gobernar por el tiempo que le dé la gana.

No es casualidad que uno de los pedidos de los reos amotinados en los carteles que muestran en el techo de la Penitenciaría es “que vuelva Correa”. Con Correa tuvieron todas las libertades para hacer lo que querían. Las pandillas y los narcodelincuentes hicieron del Ecuador un paraíso para la circulación y exportación de droga a mercados internacionales. La salida de EE. UU. de la base de Manta, la ciudadanía universal y la declaración de las FARC como grupo insurgente fueron legados del expresidente a la causa de los maleantes.

Las carreteras construidas en el correato se volvieron pistas de aterrizaje de narcoavionetas, especialmente en Manabí. Nadie de ese gobierno puede explicar lo de la narcovalija, las fotos del exmandatario, parientes y algunos funcionarios con capos del narcotráfico, pandillas y crimen organizado. El capo Norero no murió de casualidad. Las fotos del “asambleísta estrella” del correísmo, Ronny Aliaga, con conocidos maleantes en una piscina lo ratifican.

No solo las fotos. También la oferta de Aliaga de que “él puede pacificar a las pandillas” de las que fue parte hasta hace poco, “si el presidente renuncia”. Otros asambleístas y operadores del correísmo, ayudados por socialcristianos e indígenas —encabezados por el violento Leonidas Iza y el asambleísta Quishpe —demuestran que en el poder Legislativo se busca pretextos para remover del cargo a Guillermo Lasso.

Por fin, en esta ocasión, el presidente tomó el toro por los cuernos. De su desafortunado anuncio del viaje a Orlando (a los parques temáticos de Disney), a su decisión de encabezar las reuniones del comité de seguridad y dirigir las operaciones de captura de terroristas y el traslado de los reos más peligrosos a otros pabellones y cárceles, mostraron que cuando se quiere, se puede.

En este punto, los derechos humanos se convierten en mera retórica si se trata de controlar o ‘defender’ delincuentes que quieren tomarse el país a bombazos y políticos que quieren pescar a río revuelto, para quién sabe qué fines. Por suerte, nuevamente les falló la conspiración.