Nueva manera de pensar

Estamos a días de la Navidad y también del inicio de un nuevo año, después de un tiempo muy complejo, con una pandemia a cuestas, de la cual aún no nos hemos librado y con circunstancias económicas muy difíciles, pero con la convicción de salir adelante.

Ciertamente, avizorar un panorama nuevo para el año que viene es una cuestión de valientes porque los hechos, las cifras económicas y la problemática social se muestran complicadas y en franco deterioro; sin embargo, lo más importante es no perder la ilusión a pesar de todo y pensar que el gobierno todavía tiene la posibilidad de trazar una ruta que nos permita enderezarnos del momento económico que vivimos.

Esperemos que la nueva cepa de este mal que nos vino, y las posibles venideras, sean combatibles con la decisión y responsabilidad de cada ciudadano, pues hoy más que nunca debemos tomar conciencia del valor de la vida y la salud.

La economía se contrae con el encierro, pero a pesar de ello también se aguza la inventiva popular para buscar las posibilidades de continuar produciendo, consumiendo y generando recursos para mantenernos a flote.

No es posible vivir de las politiquerías en este instante. La conciencia ética social debe salir a flote para buscar caminos solidarios no solamente por el tiempo navideño, sino en el día a día que nos espera y quizá es momento, este diciembre, de empezar a controlar nuestros gastos para volver sobre lo verdaderamente importante, para entender que lo trascendente es lo fundamental, más allá del aparatoso y nefasto sentido del consumismo sin medida.

Bien lo decía Aristóteles 300 años antes de Cristo que la ética consiste en la búsqueda de la felicidad, como cosa sustancial del ser humano. Aún pensadores contemporáneos del existencialismo creen que hay que construir una convicción propia en el afán de sostenernos dentro de un marco de entendimiento y convivencia válida entre los humanos, para así construir una vida más equitativa y con dignidad.

Muchas veces el ser humano se ha hecho un hombre lobo del hombre, en medio de una sociedad violenta y sin beneficio, pero es deseable a toda costa un hombre hermano del hombre para construir la ansiada paz y armonía que debe reinar entre los congéneres, de lo contrario, tendremos que subir los muros, encerrarnos en nuestros propios espacios, cada vez más minúsculos y cada vez a más altura y vivir un aislamiento temerosos mucho más grave que cualquier pandemia conocida.