Estoy totalmente consciente de que decir que nos quitaron ‘hasta la esperanza’ suena trillado y estéril, sin embargo en Ecuador esta oración es el reflejo más fidedigno de la realidad que vivimos.
Mientras en otros países la gente exige vacunas de forma ágil y rápida, aquí ni se nos ocurre pedir al actual gobierno que traiga vacunas y que se apure, pues no tenemos la más remota esperanza de que esto suceda. Sabemos que, sencillamente, no puede, no quiere, no sabe.
Tan desesperados y conscientes estamos de que todo está en nuestras manos que, en lugar de pedirle al gobierno, nos enfocamos en lo indisciplinados que somos, como si la pandemia y su gestión dependiera exclusivamente de nuestra conducta.
Sin embargo, la irresponsabilidad o negligencia por todo lo que pasa es del Ejecutivo, en gran medida, porque fue incapaz de enfrentar la primera ola de la pandemia en marzo de 2020 y sigue en pañales a la hora de enfrentarse a esta segunda.
Hay elementos que sugieren responsabilidad estatal por no prever la necesidad, entre otras cosas, de incrementar de manera significativa el número de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) en los hospitales del país; así como fueron incapaces de gestionar e implementar un plan de vacunación, y de controlar la especulación de medicamentos y oxígeno que son imprescindibles para evitar más muertes.
No hubo ni hay voluntad política para mitigar y limitar la catástrofe sanitaria y económica que estamos viviendo, además de la vergüenza nacional de los vacunados VIP, un escándalo que está a la vista y del cual ya nadie habla en época de elecciones.
En lugar de hacer y solucionar, el gobierno sigue hablando y anunciando planes y logros que deben indignarnos, pues el número de vacunados es ínfimo.
Afirmar que nos quitaron ‘hasta la esperanza’ no es una expresión tan trivial y esto por no hablar de aquellos que ya nunca podrán recibir la vacuna.