Nos queda la risa

En medio de la pandemia,  del confinamiento,  del dolor, no ha faltado la visión humorística. Desde luego que hay varias clases de humor, pues es paradoja y drama la risa. Irene Vallejo, en su  libro “El infinito en un junco” (historia del libro) dice: ” La mejor (risa) es aquella que tarde o temprano encuentra enemigos”. Por ello los gobernantes tienen terror al humor, porque la risa es cosa seria, tanto que se ríe de los solemnes o de los que tienen la “importancia de ser importantes” (Wilde).

El humor es irreverente y surge del pueblo.  Tratan de pulirlo los académicos, aunque pocos les hacen caso, pues de acatarse las directivas del buen decir, buena parte quedaríamos mudos y cuando, tímidamente, alguien replique, sería noticia periodística: “Habló un mudo”. Ventajosamente el pueblo no hará buenos gobernantes pero hace tremendo humor. Los periodistas son los que más descubren el humor popular, que por cierto no está en la ronda de “cachos”, en la televisión ni en los memes perversos, sino en las calles o en las cantinas.

También hacen reír los grandes escritores. El Quijote es un tratado de humorismo. La “Metamorfosis” de Kafka, al menos al principio, provoca sonrisa cuando un hombre amanece convertido en un gigante  insecto, aunque después viene el drama. También sus equivocaciones: en “Trafalgar” (narración de la célebre batalla naval  en que Real Armada británica   derrotó a la flota franco española), Pérez Galdós afirma que “los ingleses hicieron morder el polvo a los españoles”, y esto en pleno mar es difícil. Un personaje de Vargas Llosa, manco, en medio de la novela “se lava las manos”. En alguna obra de Shaw la anfitriona invita a tomar el té y la homenajeada  alaba “su excelente café”. Borges afirma que “hasta Homero se duerme”.

Hay redundancias graciosas  como  “tabla de madera”, “salir al exterior”, “crueldad innecesaria”; o en el tango  que  canta ”Cuesta abajo es mi rodada”, pues una rodada no puede ser “cuesta arriba”; o “Azabache” (color negro) de Julio Jaramillo que canta  a “su blonda (rubia) cabellera” .

Claro que el auténtico  humor comienza por reírse de uno mismo, pero que otros no lo sepan.