No temer la impopularidad

 “En las crisis hay que mantener la calma”, aconsejaba Churchill en plena II Guerra Mundial. Lo anecdótico es que no la mantenía con sus subordinados, pues era con ellos rudo y grosero. Desde luego, en lo importante, mantener de pie y con esperanza al pueblo inglés y al mundo, en medio de intensos bombardeos por parte de los nazis a Londres, lo logró con creces.

En el Ecuador de aquí y de ahora, cambiando lo cambiable, hay una crisis política y social tremenda. Es inocultable que se quiere “tumbar” al Gobierno, consciente o inconscientemente, racional o emotivamente, e imponer un sistema populista, entre marxista, mariateguista (comunismo andino), y racista (se olvida que es un país de mestizos). Lo de Iza y sus acólitos, algunos tapados, no es expresión de democracia. ¿Quién va a creer que las votaciones a mano alzada de las asambleas indígenas son la voluntad de los indígenas presentes? Son las de sus exaltados y violentos dirigentes. Claro que ciertos académicos y cómodos izquierdistas aplauden encantados tales resoluciones, tanto como los “activistas de sillón” en las redes sociales. Pero en ningún caso la sociedad ecuatoriana que aspira a la paz, trabajo, prosperidad.

El Gobierno debe tomar con calma tales embates, comprendiendo que ambas partes en ciertos aspectos tienen la razón, que no es atributo tener la verdad ni el Gobierno ni sus agenciosos rivales. La desigualdad social, la inseguridad, la falta de trabajo, mueve a las masas y con razón. Pero el Estado es un “mal necesario”, “porque sin él no habría consistencia ni redistribución de la riqueza que garantiza la justicia”, como afirma el filósofo liberal Popper, quien concluye: “La libertad (o anarquía) por sí misma es fuente de enormes desequilibrios y desigualdades”.

Las semejanzas entre gobierno y opositores son grandes al menos en las apariencias, más a los poderes públicos, encargados del bien común, en último caso corresponde adoptar decisivas resoluciones, y sin temor a la impopularidad, pues el tiempo le dará la razón.  La realidad derrota siempre a las ideas cuasi revolucionarias, violentas y atrabiliarias.