Seguir urdiendo una estrategia de supervivencia o presentarse como un mesías, no sirve, en lo adelante. Es hora, en quehacer político, de parar en seco en un país con 600 mil desempleados, miles de ellos jóvenes, niños hambrientos y familias sin ingresos asoladas por la pobreza, la mediocridad y la carencia de servicios básicos y el predominio de una vieja, y ahora visiblemente muy casta, oligarquía.
Se nos pide no mirar atrás y hacerlo hacia adelante, pero hay mucha sangre que pide justicia y corruptos que deben ir (y seguir) encarcelados; hay prófugos y miles de millones robados a los aportantes al Seguro Social y el fisco. No mirar atrás, pero, ¿qué hacer con las narcorrutas que pasan por el país y las narcoinversiones que en un lado u otro crecen desafiantes por todo el territorio, grandes y pequeñas, después de una ‘buena lavada’ en el sistema financiero?
Hace unos días el articulista español Carlos Herrera, escribió sobre la libertad lo siguiente: “Libertad para responder […] a las estupideces que manejan algunos en campaña sin que […] digan que hay que meterte en la cárcel. Libertad para evitar que te expolien, te controlen, te encierren, te riñan, te adoctrinen, te mientan, te asusten, te roben, te quiten lo que es tuyo, te expropien, te maleduquen, te cambien el lenguaje, te manipulen la historia, te destruyan los símbolos comunes, te discriminen o te obliguen a desfilar a su son”.
Estos son los pájaros de mal agüero posados en los hombros del nuevo presidente. Se pretende reinventar el país. Una vieja historia en boca de los mandatarios que tuvimos por más de cuarenta años, incluso de los miembros de las juntas militares golpistas. Todos, entre otras cosas, pésimos gestores. ¿Deberemos seguir urdiendo una estrategia de supervivencia?