No importamos delincuentes

En política somos invariables en el amor (sino no habría comunistas o conservadores) e implacables en el odio o antipatía.

El presidente electo Lasso ofreció un reencuentro y todos aplaudieron. Cayó en la trampa: habló telefónicamente con Correa, firmaron UNES, CREO Y PSC un acuerdo de efectos legislativos. Más que un crimen, nadie es tan malo ni tan bueno en política, cometieron los de CREO y del PSC un error de consecuencias infames; la creación de una Comisión de la Verdad, además es inconstitucional.

Lasso lo enmendó a tiempo y su porfiado socio electoral quedó en la percha, por ambición o por mal jugador de ajedrez. Los maestros ajedrecistas dicen que las partidas abandonadas nunca se han perdido. Debía jugar a recular, retirarse también puede ser ganancia. Un error es propio de los humanos.

El velado y latente odio al PSC surgió aún entre sus partidarios, pues Nebot no aceptó la candidatura presidencial y apoyó a Lasso, ganaron y qué. Se olvida que la ID, hoy tan pura y democrática, quiso tumbar a Febres Cordero y cuasi gobernó con Correa; que Correa, hoy sentenciado penalmente por sobornos, fue elegido y reelegido por el pueblo ecuatoriano en elecciones libres; que cientos o miles de ‘patriotas’ ecuatorianos se hicieron correístas, usufructuaron y hasta robaron, algunos fugaron. No importamos a estos delincuentes, son nuestros.

Pero no hay que olvidar que la “perfección absoluta no parece de este mundo”, como dice el Nobel Vargas Llosa (le odian porque dejó de ser comunista y ahora que Perú es capaz de votar por la Fujimori para evitar a un campesino senderista marxista); y que aún entre los “grupos de malos” hay “buenas personas”. “Nada de lo humano me es ajeno”, decía Salomón.

Lasso intentará lo mejor para que progrese el país, es obvio. El peligro viene de otra parte: del tapado socialismo del siglo XXI, cuyos fines son crear la violencia, destruir la libertad, empobrecer la lengua, abolir la verdad, suprimir la historia o revisarla a su antojo, negar la naturaleza, propagar el odio y tener el monopolio de la cultura. Los ejemplos abundan.