“NO HAY ALMUERZO GRATIS”

El que Arauz entregue mil dólares a un millón de familias pobres, con plata ajena, más allá de ser un ofrecimiento electorero, será insuficiente y demagógico, pues los pobres seguirán pobres. Tal donativo no traerá una real distribución de riqueza, ni servirá para el desarrollo de la economía, ni para proporcionar empleo, ni lograr inversiones nacionales o extranjeras.

La pobreza no tiene causas, es un estado natural del hombre: nacemos desnudos y desde el inicio fuimos pobres, pero ya no. Tenemos lo que nuestros antepasados no tuvieron: una larga esperanza de vida, hace 500 años era 27 años, hoy supera los 80. La revolución química e industrial nos da un mundo mejor. Tenemos higiene, celulares, internet. Había carencia de energía eléctrica, agua potable y había un sistema esclavista. Los revolucionarios dirán que hay 800 millones de pobres: cierto es, el 14% de la población (30% en el Ecuador). En tiempos de Colón, eran el 98%.

La causa es que el hombre ha producido riqueza. Hoy somos más ricos que nuestros bisabuelos. Sin embargo, países que fueron ricos hace 50 años: Cuba, Argentina, Venezuela, ahora son pobres gracias al socialismo; otros democráticos, como Chile, progresan; algunos se han estancado pero no son pobres: Uruguay, Costa Rica, Perú, Colombia crecen; otros tienen potencial: México, Brasil. El Ecuador de la revolución ciudadana (que aspira a seguir) tiene narcos, ineficiencia y corrupción.

La riqueza bien habida viene de la libertad, del trabajo y del estudio, aún no se ha inventado otra forma. La total igualdad es un enganche proselitista. Somos iguales por naturaleza e iguales ante la ley, pero diversos. Vienen los socialistas y quieren obligarnos, por decreto, a convertirnos a todos en iguales. En ciertos países, regalando lo ajeno, han logrado que todos sean pobres, salvo su privilegiada burocracia. Para esa supuesta igualdad pretenden suprimir la libertad, impidiendo el desarrollo individual.

 Friedman afirma: “No hay almuerzo gratis, alguien tiene que pagarlo”. Y no lo hará Arauz, sino nosotros.