Hace unas semanas salí a comer con una pareja de amigos. Inevitablemente el tema político se puso sobre la mesa. En medio de esa tertulia apareció otro comensal amigo. Tras escucharnos no tardó en anunciar su punto de vista: “A mí, ninguno de los dos me representa. Es mejor votar nulo”. Incluso, a través de las mascarillas, no pudimos ocultar nuestro asombro.
El Ecuador se encuentra en un punto crítico. Y en estas elecciones no podemos adoptar la postura de Poncio Pilato. Es válido cuestionarse si determinado candidato nos representa. ¡Yo también lo hago! Pero para llegar a conclusiones más acertadas es oportuno preguntarnos qué esperamos para el futuro de nuestro país y analizar las dos opciones que tenemos.
En mi caso, como profesional, quiero ejercer mi trabajo sin trabas. Busco crecer sin el tormento de los haberes con el SRI. Quiero que mejoren las condiciones laborales para mujeres. Me interesa que la dolarización se mantenga y que podamos atraer más inversión extranjera.
Como periodista y como ciudadana, quiero que se respete la libertad expresión. Que los medios de comunicación no caigan en censuras; ni que se persiga a mis colegas únicamente porque no le siguen el juego al régimen de turno.
Y, sobre todo, como ecuatoriana, quiero sentirme orgullosa de mi país. No quiero más funcionarios con grillete, ni escándalos de corrupción en redes sociales. Quiero instituciones sólidas. Líderes que tomen decisiones para la mayoría. No quiero odio ni enfrentamientos entre hermanos. ¡Estoy exhausta! ¡Estoy avergonzada!
Entonces, sí, cuestionen su voto. Pregúntense qué es lo que quieren para el Ecuador y tomen una decisión. La pandemia ya ha hecho que nos lavemos las manos hasta 10 veces al día. Pero, el 11 de abril, no será un día para lavarse las manos. Si lo hacemos, la conciencia no será tan fácil de limpiar.