No es la Policía, es la sociedad

Los politiqueros de siempre, acostumbrados a alimentarse de carroña, con la colaboración de los consabidos idólatras de la corrección política, han comenzado su labor de acoso a la Policía, y al Gobierno, lo cual es irracional, por un crimen pasional cometido por un miembro y en un recinto de esa institución. Más allá de la búsqueda de ventajas coyunturales usando el cadáver de una desgraciada mujer se trata de sembrar semillas de subversión. Pero no se va al fondo del problema, que no radica en la organización de la Policía, sino en la cultura misma de nuestra sociedad.

Se dan aberraciones en la mentalidad y en las costumbres de los ecuatorianos: la convicción de que las normas solo las cumplen los débiles y los tontos; quien tiene poder, de cualquier tipo, actúa como le da la gana en todo el espacio que controla, sea económico, sea político, sea institucional (policía, empresa, oficina, colegio…) sea familiar y así impone sus intereses egoístas sobre los demás. El individualismo enfermizo ha traído consigo el convertir al otro en “cosa” aprovechable de cualquier manera. Las leyes ya no aceptan la existencia de humanos-cosas (los esclavos), como en el mundo romano, sobre las cuales existía el derecho de usar y abusar, pero en la amarga realidad quienes tienen poder obran como si las personas “bajo su dependencia” fueran cosas, nada más que cosas.

Miles de mujeres han sido cosificadas en nuestra sociedad por sus parejas sentimentales, por sus jefes laborales, por sus superiores jerárquicos; no las ven como personas con proyección, proyecto, decisión propios, sino como meros objetos de “usa y desecha”. La misma tendencia mundial de obligar a la mujer a imitar al hombre para ser alguien es una forma de cosificación, pues se le impone un modelo ajeno a su naturaleza, a su biología, a su forma de ver el mundo.

La sociedad contemporánea, en su afán de logros materiales cuantificables, ha desechado los valores permanentes radicados en la persona humana por los cuales se relaciona con otras y busca la plenitud de su vida.