No engañarse, ni engañarnos

No es correcto ignorar las incertidumbres políticas actuales. Todo lo que acontece nos debe conducir a una reflexión holística o total porque de por medio está el país, su estabilidad y su desarrollo. Pero, tampoco podemos dejar nuestro resguardo de reflexión acerca de propuestas educativas, a las que hay que analizarlas, en función de criticar y ayudar a construirlas.

El Plan Nacional de Educación y Formación Técnico Profesional anunciado en 2018 se concretó  hace algunos días, documento académicamente bien elaborado, que conceptualmente reitera lo ya conocido, la Educación Técnica es la “Fábrica del Progreso” que se proyecta como una opción educativa para: alcanzar mejores retribuciones, dignificar al trabajo, resolver necesidades personales, familiares y sociales; todo, mediante el dominio de conocimientos  y competencias intelectuales y manuales.

Espero que el Plan, que he analizado, no sea parte de anuncios demagógicos. Se inicia con un excelente diagnóstico, pero nos ubica en obstáculos difíciles de superar, aunque haya voluntad política. Así: divorcio entre el mercado laboral y la oferta educativa,   ausencia de procesos vocacionales, educación básica no adecuada, escasa entrega de   responsabilidad social de las empresas, falta de inversión, equipamiento y capacitación.

Con optimismo, se habla de abrir un camino hacia el nivel superior, criterio ideal, pero no en las actuales circunstancias en las que se requiere solucionar el trabajo no sólo de bachilleres, sino de una numerosa ciudadanía desocupada.

Las palabras del Presidente: “Apoyar a la Educación Técnica”, “No al gasto inútil de los recursos del país”, necesitan respaldo propio para creerle,  pues hasta ahora no he encontrado comentario alguno sobre el Plan, ni de políticos, peor de asambleístas, porque están en otros “menesteres”. La primera autoridad debe crear seguridad, borrar  eso de: “Cuando están más arriba, mienten más y mejor”, “La mentalidad del poderoso permite engañarse así mismo”.

En definitiva: No engañarse, ni engañarnos.