Negar lo evidente

Antes del invento mentiroso de la ‘posverdad’ (la idea está sobre la realidad), negar la evidencia era solo actitud de los borrachos (estoy en juicio, como ven) antes de dar el beso asfáltico (caer al piso). Con desparpajo algunos sostienen que la pandemia es un invento; que el Octubre 19 no existió; que la sentencia por soborno y crimen organizado de Correa y su cartel es nula; que no hay funcionarios públicos fugados sino perseguidos; que el Ecuador no está endeudado hasta la coronilla; que Arauz es estadista pero no se le nota; y que Biden no ganó las elecciones en Estados Unidos.

En lo inmediato se niega que el hombre haya llegado a la Luna. En el pasado se negaba que la tierra fuera redonda y que los virus no existían sino los brujos y las maldiciones. Por suerte el mundo ha evolucionado, la ciencia y el conocimiento nos permiten, en veces, vislumbrar lo que es verdad y lo que es mentira, aunque ésta sea más atractiva, en razón de su eficacia en algunos casos: pobreza, atraso, injusticias, crímenes. Los hombres aspiramos a lo imposible, así no enseñan, y hacemos lo fácil: robar, no estudiar, vagar, engañar, o sea contrariando a Salomón: Todo lo humano -lo que nos hace mejores- nos es ajeno.

En las próximas elecciones presidenciales, en las que se juega nuestro destino hay verdades evidentes que no las debemos soslayar: que todos queremos un país con salud, empleo, crecimiento, más ingresos y prosperidad para todos. Por ello es fácil ser candidato, basta ofrecer tales metas y decir teóricamente cómo obtenerlas.

De lo anterior viene la demagogia: Arauz ofrece mil dólares a un millón de ecuatorianos. Oferta atractiva de fines inconfesables: tomar plata ajena o poner en riesgo la dolarización y hacer olvidar los crímenes de su mentor, Correa. Oferta además irrealizable; lo realizable es que con ella obtenga miles de votos. Un intelectual agnóstico decía al borde la muerte: no pierdo nada en confesarme, por si acaso exista un más allá.

Tenemos que recuperar el juicio, atrofiado en estos últimos catorce años. Repensar antes de votar nos hará inteligentes y hasta prácticos.