Muerte cruzada

No se puede dialogar con los puños cerrados. La diplomacia del micrófono exacerba los ánimos y desdibuja de manera acelerada a los contrincantes. Cualquier tipo de acusación entre las partes en controversia influye, directamente, en las condiciones que conducen a un acuerdo. En este escenario político hay que agotar las fórmulas intermedias, pues solo así se descarta el juego perverso que apuesta al todo o nada. En este marco de referencia, el Presidente ha dicho que enviará a la Asamblea la Ley Creando Oportunidades en tres cuerpos. Con esta decisión arrincona al Legislativo, pues ya no habrá pretextos para impedir la deliberación con las consiguientes consecuencias: aprobación, modificación o rechazo.

Este escenario coloca a los actores en una escena con roles bien definidos. El Presidente hace lo suyo y la Asamblea debería hacer lo propio; sin embargo, el desenlace que tenga el tratamiento de cada cuerpo legal puede ser distinto. Cada resultado abrirá un contexto político que puede ir desde la estabilidad, en el mejor de los casos, pasando por el tira y afloja, hasta la negación de todo. Si se llegaran a cumplir los dos primeros escenarios, el Gobierno tendría oxígeno, pero en el último la alternativa es la muerte cruzada con el Ejecutivo como proponente.

La muerte cruzada permite que el Presidente disuelva la Asamblea por decreto, convoque inmediatamente a elecciones y que, mientras ello ocurre, pueda gobernar por decretos/leyes que tienen que gozar de la aprobación de la Corte Constitucional. Aparentemente, este recurso le permitiría un margen de maniobra importante al Ejecutivo por unos meses; sin embargo, desde el mismo día en que se convoca a elecciones entramos a un proceso electoral que no garantiza que Lasso sea electo una vez más, ni tampoco los asambleístas. Parece que algunos excandidatos comienzan a calentar motores, pero todo puede suceder. En Ecuador, la política cambia de semana a semana y hasta que no se anuncie la muerte cruzada, todo puede pasar.