Muerte al efectivo, contra el Estado de vigilancia

El otro día compré comida para perros a mi tienda de mascotas local. Compré una bolsa grande de comida para perros y golosinas con forma de cepillo de dientes. Pagué con mi tarjeta Visa y salí de la tienda. Unos minutos más tarde, Twitter me mostró un anuncio de golosinas para perros con forma de cepillo de dientes.

En cuestión de segundos, mis datos se vendieron sin que yo pudiera participar en los beneficios. Gracias al análisis de big data, mi compra quedó atrapada en el capitalismo de la vigilancia.

En China, la vigilancia financiera otorga puntos de ‘crédito social’ a los ciudadanos por comprar artículos para bebés, pierden puntos por comprar cigarrillos, o se les corta el acceso al sistema monetario por fumar marihuana o criticar al Partido Comunista.

Incluso en las sociedades democráticas, hay un intenso debate sobre el papel de empresas como Facebook como creadoras de monedas corporativas. Algunos temen que Facebook incorpore a cientos de millones de personas a su plataforma de pagos Libra a través de WhatsApp, Instagram o Messenger, para cosechar datos, influir en su comportamiento o congelar su dinero según su postura política.

Para detener al Gran Hermano debemos reducir nuestro perfil de datos.

Cuanta menos información ‘vinculada’ sobre nosotros se difunda y comparta entre empresas y gobiernos, más difícil será vigilarnos y controlarnos.

Hoy aún se puede comprar con efectivo, lo que implica privacidad financiera. Pero el uso del efectivo está desapareciendo y una sociedad sin dinero en efectivo es una sociedad vigilada. 

Existe un futuro posible en el que podemos realizar transacciones entre nosotros de formas que cuidan nuestra privacidad. La respuesta existe en forma de Bitcoin y Lightning.

Bitcoin es la base para la red global de pagos privados de la red Lightning (consulta aquí las mejores apps).

Bitcoin cumple 20 años y hoy permite enviar ‘dinero’ a cualquier otra persona en la tierra, siempre que exista Internet y un teléfono inteligente, sin depender de terceros.

Y como es de código abierto y no necesita permisos, Lightning está disponible para cualquier persona, independientemente de su ubicación, edad, ingresos, género o etnia, un factor clave cuando consideramos un futuro distópico en el que la privacidad será un privilegio solo de ricos y expertos.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, la protesta se haría más fácil. Especialmente en las democracias, donde será posible utilizar Lightning (combinado con máscaras que disuaden del reconocimiento facial) para comprar boletos de transporte público y tarjetas SIM, de modo que los ciudadanos pueden organizarse y protestar sin ser fácilmente espiados.

La idea de que hay que renunciar a los derechos y a la privacidad por la seguridad es una mentira y un mito.

Lightning no es la panacea, pero la terrible amenaza de un estado de vigilancia global omnisciente y explotador podría retroceder. Antes se decía que la tecnología favorecía la tiranía, pero resulta que la tecnología descentralizada favorece la libertad.

* Jefe de Estrategia en Human Rights Foundation.