Mirar al futuro

El 9 de agosto del 2015, el cielo de Singapur se llenó de fuegos artificiales que proclamaron el adelanto que ese país había alcanzado en 50 años de independencia de Malasia.

Bajo el lema “imaginar al futuro y unir a los habitantes en la construcción nacional”, se convirtió en uno de los denominados y exitosos cuatro tigres asiáticos, junto a Corea del Sur, Hong Kong y Taiwán.

De ser colonizado, el más pequeño del sudeste asiático, agobiado por alarmante pobreza y falta de recursos naturales, en medio siglo de acción positiva dio pasos seguros hasta volverse el principal y atractivo centro financiero de la región, el tercero con mayor renta per cápita del mundo, a donde llegan ochenta aerolíneas que cubren 320 ciudades y reciben 55 millones de pasajeros al año. A su puerto arriban más de 70 millones de toneladas de carga en igual lapso.

Afrontó la inexistencia de agua que tiene que importar de los malasios, porque carece de fuentes naturales; debido a su reducida extensión territorial, ganó a varias playas rellenándolas con tierra y arena para aprovecharlas de la mejor manera. Con visión y ejecutorias admirables, venció a estos dos y otros factores adversos. Gracias a la acción decidida e inteligente  de gobierno, disciplina y esforzado trabajo de los ciudadanos, sentido de progreso y patriotismo de sus líderes, alcanzó sorprendentes niveles de competitividad económica, sanidad y educación. Su sistema de transporte masivo está enlazado al metro, autobuses y taxis seguros a precios cómodos, al extremo de que tan solo uno de cada diez pobladores tiene automóvil, porque no lo requiere para movilizarse a cualquier hora del día o de la noche.

¿Será imposible para Ecuador, con tantos recursos a su haber, seguir esa ruta de prosperidad?