Mirándonos el ombligo

Se supone que Ecuador acaba de entrar a una nueva era. Sin embargo, para muchos el gran cambio consiste apenas en atizar a la turba para que ahora vaya con sus antorchas a incendiar la vereda opuesta. Una verdadera transformación sería dejar de ser una sociedad que solo sabe mirarse el ombligo. Llevamos décadas cazando brujas y buscando culpables, creyendo absurdamente que nosotros somos los únicos causantes de nuestros males.

A escala global, somos un país insignificante. Nuestra población es un mercado imperceptible, geográficamente aislado y nuestro impacto en innovación y tecnología es nulo; no hemos pasado de ser custodios de un par de atractivos naturales y rarezas ecológicas. Somos una nación que vive a merced de los vaivenes del mundo, condenada a navegar olas que escapan de nuestro control y, sin embargo, solo hablamos y nos preocupamos de nosotros mismos.

Ese mismo aislamiento que debería empujarnos hacia el mundo exterior, como suele pasarles a los pueblos pequeños, ha terminado encerrándonos. Es la maldición que heredamos tras siglos de ser colonias vedadas al mundo y de toda la paranoia jacobina y marxista que, generación tras generación, nos ha enseñado que el enemigo es, principalmente, interno. Semejante forma de pensar, producto de la ignorancia, nos ha hecho perder demasiado el tiempo.

El principal enemigo no es interno. En sus dos siglos de existencia, los elementos que han determinado los más abruptos y profundos cambios en el país, para bien y para mal, han sido externos. Algunos de ellos, como el mercado internacional que demandaba nuestros productos, la tecnología que mejoraba nuestras vidas o las batallas ideológicas que heredábamos, han sido extranjeros, pero la mayoría ni siquiera han sido factores humanos. Desastres naturales, pandemias, plagas, mala suerte en el reparto geográfico, ¿qué ecuatoriano tiene la culpa de ello?

Culparnos entre nosotros es cómodo, nos hace sentir importantes y en control, pero es una afición estéril. Ya es hora de recordar nuestra intrascendencia y ponernos a trabajar con la vista puesta en las fuerzas que de verdad importan. Somos pocos y nos necesitamos unos a otros.

[email protected]