Correísmo: una izquierda desgastada

Milica Pandzic

Independientemente de cuál sea nuestra tendencia política, es claro que las democracias de los países se fortalecen a través de un diálogo constructivo entre distintas facciones y a través de una verdadera representación política desde distintos puntos de vista.  A Ecuador, sin duda alguna le beneficiaría. No obstante, en la última década, la discusión y elección política en el país ha oscilado entre el correísmo y la opción que represente su antítesis.

En esta última década, el correísmo ha perdido tres veces consecutivas en su afán por llegar a la Presidencia. Si bien no se puede negar que tiene una base de electores sólida, no ha podido convencer a la mayoría de los ecuatorianos que merece volver a Carondelet. Si bien las razones pueden ser tan numerosas como el número de electores que le dijeron que no, hay varias que destacan.

La posibilidad de un cambio de moneda en un país donde más del 80% de la población prefiere la estabilidad del dólar; la cercanía con regímenes autoritarios como el de Nicolás Maduro; una posible ruptura política y diplomática con nuestro mayor socio comercial (EE.UU.); y escándalos de corrupción como el reciente que involucra a varios consejeros del Cpccs son parte de los elementos que el país rechazó el 13 de abril pasado.

Y aun así, el correísmo sigue desgastándose sin ninguna autocrítica o intención de mejorar, y cada vez es más claro que el poder, y no el país, es su prioridad. Ecuador merece una nueva y mejor izquierda política: más democrática, más pragmática, más inclusiva, y con una verdadera visión país. Tal vez, solo así podremos salir de esta dicotomía polarizante que nos ha hecho tanto daño.