Mentira comisionada

Por: Daniel Márquez Soares

En Ecuador, cuando los políticos poderosos se enamoran de una versión de los hechos, no están dispuestos a soltarla por nada del mundo. Si la Justicia la contradice o las pruebas no la respaldan, la imponen por otras vías. Ese proceso infame, que distorsiona la historia y perpetúa mentiras, funciona echando mano de ciertas prácticas que, a estas alturas, ya conocemos de sobra.

La favorita —con la que ahora está coqueteando el correísmo— es la formación de comisiones que prometen dar con “la verdad”. Estas permiten saltarse todos los procedimientos y requisitos que contempla cualquier sistema judicial civilizado: se eligen miembros descaradamente parcializados, se excluye arbitrariamente a una o varias de las partes y se incluye información sin verificar; así se fabrica un relato acorde al propósito político que se persigue. Esas comisiones, desde 1988, se han encargado de contaminar la memoria histórica sobre hechos tan importantes como las violaciones a los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo de los ochenta, el feriado bancario o las protestas de octubre de 2019, al punto que difícilmente podrá el país un día conocer la verdad de los hechos.

Otra herramienta conocida de sobra es la de los testigos que aparecen en el momento exacto para esclarecer un caso. Nunca aportan nada nuevo y su información solo sirve para confirmar lo que el bando políticamente más poderoso ya afirmaba; suelen ser personas de baja escolaridad que, además, solo aparecen cuando muchos de los implicados ya están muertos. Eso se ha visto a lo largo de todos los años y en todos los ámbitos del espectro ideológico: caso Benavides, caso Isaías, caso Jarrín, caso Restrepo, el “Pepudo Alejo”, el caso Balda, etc.

Irónicamente, el correísmo aguarda una “comisión de la verdad” para imponer su versión sobre el caso Sobornos, pero olvida que, con casos como el del general Gabela y de los Dhruv en marcha, en cualquier momento puede aparecer un “testigo milagroso” que con sus oportunas declaraciones haga que el mundo se les caiga encima; la misma jugarreta perversa que ellos le aplicaron a varios de sus opositores en el pasado.
Desgraciadamente, entre comisiones y testigos, el país seguirá condenado a jamás conocer la verdad.

Desgraciadamente, entre comisiones y testigos, el país seguirá condenado a jamás conocer la verdad.